Uno de los numerosos depósitos de armas requisadas a los milicianos.
Le Perthus, Francia. 1939.
Camino del exilio a Francia
Tras la pérdida de Cataluña el 26
de enero de 1939 se inició el exilio a Francia de contingentes masivos de
soldados y de civiles con sus familias, miembros de comités y de sindicatos,
componentes de los diversos organismos políticos y administrativos, simples
obreros de las industrias de guerra y militantes de las organizaciones
sindicales y políticas.
Los últimos atravesaron la frontera
francesa hacia el 10 de febrero del mismo año, día en que el ejército nacional
ocupaba el último tramo de los Pirineos, cerrando así la salida. Estas masas se
fueron concentrando en campos, playas o en edificios de carácter militar, como
el castillo de Saint-Louis, en la Cerdeña.
El gobierno francés, con Édouard
Daladier como primer ministro, retenía cerca de la frontera española cuantioso
material de guerra para la República. Unidades del ejército francés desarmaron
a las dispersas unidades militares republicanas y las enviaron a campos de
concentración, a los que también mandaban a civiles. Estos campos fueron
organizados militarmente bajo el mando de los propios jefes de las unidades
españolas republicanas.
La disciplina estricta en los campos se combinó con un régimen de
privaciones que ocasionó enorme mortandad por disentería, inanición y otras
enfermedades. Durante semanas la alimentación de estas personas fueron los
tupinambús, intragable hortaliza cuyo recuerdo aún perdura en la memoria de
quienes vivieron aquellos episodios.
El destierro de los refugiados fue muy diverso. Los menos consiguieron
un pasaje para América Latina. Aquellos que tenían aval de un deudo o un
amigo podían abandonar los campos y hallar un trabajo para mitigar su
miseria. Otros muchos fueron a parar a los campos y a las gigantescas obras
hidráulicas a la sazón en marcha en el país vecino. Otros muchos fueron a
alistarse a la legión extranjera o a los batallones de trabajadores.
Aún sin finalizar la guerra, el 27 de febrero de 1939 Francia e
Inglaterra reconocieron al gobierno de Franco y el gobierno republicano se
quedó sin representación institucional al dimitir Azaña. Para intentar paliar
la suerte de los refugiados y ante las insistentes críticas que relacionadas
con el problema se le hacían a Negrín, éste organizó el Servicio de Evacuación de Refugiados
Españoles (SERE) que funcionó pero con las influencias y
discriminaciones ya notorias en los últimos meses de negrinismo en España.
Luego se crearon las Juntas
de Auxilio a los Republicanos Españoles (JARE), que sustituyó
al SERE, cambiándose las discriminaciones de Negrín por las que ahora ejercía
Indalecio Prieto.
Tras la liquidación completa de la zona Centro-Sur, último territorio
en caer, escaparon a duras penas dos barcos, uno salido de Alicante con 3500
refugiados y otro de Cartagena con 500 personas a bordo. Ambos recalarón en
Orán, así como diversas embarcaciones menores. Todos estos refugiados fueron
a parar a campos de concentración argelinos, donde recibieron un trato
inhumano. A estos campos también vinieron a parar españoles castigados de los
campos disciplinarios del sur de Francia.
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Columna de refugiados españoles cruzando Collioure (Francia).
Más de 140.00 personas tomaron esta carretera desde el puesto fronterizo de Cerbere.
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Campo de refugiados españoles. Francia. 1939.
En noviembre de 1941,
bajo la mirada de la Gestapo -las tropas de Hitler ya habían tomado Francia-
y corriendo por ello riesgos terribles, los hombres del Barrage formaron la
Comisión organizadora del Movimiento Libertario Español en Francia, el cual
agrupaba a hombres de las tres ramas (CNT, FAI, FIJL). En 1942, la Federación
Local del Barrage (Contribucion a la historia de la CNT de España en el exilio VER CAPITULO II DEL ENLACE) contaba con 80 militantes, creándose luego otros grupos en
el Barrage de Laroquebrou, Marone, Minas de Ales, sin olvidar la región de
los Pirineos y de Tolouse. En junio de 1943 se llevó a cabo el Pleno de
Mauriac, en el que participaron ya delegaciones de diversos lugares de
Francia. La reorganización se extendió a la zona libre y a la ocupada, luego
a las obras hidráulicas, las arroceras de Camargue, las Minas de Gran Combre,
Carmaux, etc. También a los boques normandos y bretones y finalmente a
Burdeos, Marsella, Béziers y Montpellier. Todo esto culminó en el Pleno de
Muret, celebrado en marzo de 1944, en el que poco antes del desembarco aliado
en la playa de Normandía, quedó vertebrada toda la CNT en Francia.
Al término de la
Segunda Guerra Mundial -oficialmente terminaría el 2 de septiembre de 1945-
se celebró en mayo de 1945 en París el primer congreso de la emigración.
Aunque solo pudieron acudir los delegados de África del Norte, Bélgica,
Inglaterra y por supuesto Francia, los delegados asistentes representaban a
un total de 35.000 afiliados. El delegado de España, debido a las
dificultades del viaje, solo pudo asistir a la clausura del Congreso. Con
todo, si se considera la importancia numérica de la comunidad libertaria que
había recobrado su práctica orgánica, este congreso representaba sin duda
alguna un momento culminante en la reconstrucción del Movimiento Libertario
Español (MLE). También mostraba que la CNT continuaba siendo, por el número
de sus militantes y actividad, la organización más importante del exilio
republicano.
El Congreso de
Federaciones Locales reafirmó las líneas clásicas anarcosindicalistas y
cosideró cerrado el periodo de colaboración y gubernamentalismo, proclamando
su fidelidad a los acuerdos del IV Congreso de Zaragoza en 1936. No obstante
se manifestó una corriente circunstancialista -representante de la CNT del
interior- que consideraba no terminado el periodo de la guerra civil, y
vigente por tanto la colaboración política.
Esto terminó por
generar demasiadas fricciones y finalmente en diciembre del mismo año se
produjo la escisión cuando el MLE-CNT en el exilio expulsó al sector
minoritario partidario de la colaboración gubernamental, que a su vez
representaba la tendencia de la organización del interior.
La España del terror y el llanto
El franquismo aplicó a
los vencidos la ley de responsabilidades políticas dictada en febrero de
1939. A partir del 1 de abril, fecha del último parte de guerra, los
tribunales militares no dejaron de funcionar, aplicando a millares la pena de
muerte. En julio del mismo año, las ejecuciones se daban a un ritmo de 250
por día en Madrid, 250 en Barcelona y 80 en Sevilla.
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La represión
discurría pese a su carácter terrorífico en un clima de impavidez. Entre 1939
y 1944 habrían sido fusiladas 190.694 personas, momento en el que la causa
general contra la dominación roja era el texto que más vindicativamente se
blandía contra los vencidos. Aparte de los fusilamientos, proliferaron los
campos de concentración, los batallones de trabajadores, el destierro a otras
localidades y su control por servicios de investigación, las discriminaciones
en el trabajo y la expulsión de sus ocupaciones de cuantos se habían
significado por su carácter militante, extendiéndose el interdicto a los
mismos familiares.
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1939. Patio del Penal de Santa
María, Cádiz.
Centenares de presos esperan a ser
redistribuidos a otras cárceles, trabajos forzosos o ejecutados.
Dentro de este marco contextual se inició la
reorganización del movimiento libertario en el interior. En abril de 1939
habían llegado las tropas franquistas e italianas al puerto de Alicante,
donde veinte mil refugiados habían estado esperando unos barcos que jamás
llegaron. Apenas prisionera, la enorme concentración humana que esperaba
exiliarse fue dividida entre la plaza de toros, el castillo de Santa Bárbara,
el campo de los Almendros y las prisiones de Orihuela y Porta Coeli, donde
inmediatamente empezaron a funcionar las ejecuciones y la represión. Pero el
instinto de conservación y el propio valor de los militantes anarcosindicalistas
y anarquistas, les empujó a reorganizarse, creándose en el mismo campo de
Albatera el primer Comité Nacional de la CNT de la posguerra a cuyo frente
estaba Esteban Pallarols, militante formado en Cuba y que había llevado un
fructuoso trabajo en las colectividades campesinas de Levante.
Este comité nacional hizo un trabajo increible
salvando militantes, falsificando órdenes de libertad, avales y documentos
oficiales, con lo que salvaron de la muerte cierta a muchos compañeros y
antifascistas en general. Este comité cayó en febrero de 1940 con la
detención de Esteban Pallarols, quien sería ejecutado en 1946.
El segundo Comité Nacional del interior fue animado
por Manuel López, liberado también de Albatera, pero al poco de estar en el
cumplimiento de su misión orgánica cayó tuberculoso y murió. La tecera
secretaría la desempeñó Celedonio Pére, prestigioso militante madrileño.
Sería detenido en 1941 (y muerto en 1955) relevándole al frente del cuarto
Comité Nacional el gallego Manuel Amil.
En marzo de 1944 se celebró un pleno donde se
consideraba que el período revoucionario iniciado en julio de 1936 seguía
abierto, por lo que seguían siendo válidos los cambios circunstanciales de
táctica, manteniéndose por lo tanto vigente la postura colaboracionista gubernamental
hasta la celebración de un congreso regular. A finales de diciembre de 1944
se creó la Alianza Nacional de Fuerzas Democráticas (ANFD),
integradas por republicanos, PSOE, UGT y CNT, siendo la anarcosindical el
alma de la alianza. Hasta mediados de 1945 cayeron otros tres comités
nacionales. César Broto pasó a ser nombrado nuevo secretario del noveno
comité nacional en un contexto de cierta euforia debida al triunfo de los
aliados en la II Guerra Mundial, por lo que las esperanzas de reinstauración
de una democracia en España eran grandes. En septiembre de 1945 la CNT lanzó
un manifiesto dirigido a los guerrilleros (maquis) en el que se les pedía que
estuvieran atentos.
En noviembre de 1945 se constituyó un gobierno
republicano en el exilio presidido por Giral, quién solicitó la colaboración
de todos los grupos. La CNT de España contestó favorablemente y remitió a
Giral una terna de la que eligió a Horacio Prieto y a José E. Leiva, los
cuales se incorporaron a las actividades gubernamentales en el exilio. Como
ya hemos visto antes, puesto que la CNT exiliada en Francia había acordado
dar por finalizada la colaboración gubernamental, este hecho consumó de
manera neta la escisión en el exilio.
Miantras tanto la represión continuaba sin respiro
en el interior. Cayeron numerosos comités regionales, provinciales y locales,
así como centenares de militantes. Sin embargo, y hasta últimos de 1947,
siguió el auge reorganizativo de la CNT, prácticamente vertebrada en todo
España, con un número de militantes adheridos que rondaría los 60.000. Una
cifra nada desdeñable teniendo en cuenta la represión del gobierno
franquista. Se imprimían regularmente Solidariad Obrera y CNT,
con amplias tiradas.
Durante estas fechas comenzó la decadencia de la
colaboración política y del circunstancialismo político dentro de la
organización del interior debido al fracaso de los gobiernos republicanos y
de la propia ANFD en su proyección hasta los monárquicos y al enfriamiento de
las esperanzas puestas con el fin de la Segunda Guerra Mundial. Consecuencia
de esto fue la aparición de una oposición activa al colaboracionismo,
especialmente en el seno de la FAI y la FIJL de interior. A pesar de la caida
de los comités de ambas organizaciones (y de los sucesivos) este tiempo
estuvo cargado de dinamismo organizativo.
Al mismo tiempo, el Comité Nacional de CNT en el
interior organizaba y controlaba las guerrillas en las montañas (“El
Maquis“) de Ciudad Real, Levante, Galicia, León y Asturias. Se intentaba
crear así un verdadero ejército de resistencia. También comenzó el reparto
masivo de octavillas y las pintadas espectaculares en la paredes y fachadas
de edificios públicos. Comenzó la agitación en la universidad, los golpes de
mano de los guerrilleros de El Maquis y las luchas de la guerrilla urbana en
Barcelona alentadas por el movimiento libertario en el exilio.
El clima de lucha se contagió a las cárceles y se
dieron formidables plantes en Alcalá de Henares, Dueso (Santoña), Burgos,
Puerto de Santa María, etc. El franquismo flaqueaba pero a partir de 1947 la
represión se recrudeció con la detención de cientos de compañeros y comités.
Las actividades confedeales se prolongarían algún tiempo pero para finales de
1947 el impulso de la CNT ya estaba roto. En este tiempo el franquismo ya
tenía claro que las democracias occidentales no iban a decretar su extinción,
por lo que apretó aún más, si cabía, el dogal represivo. Al poco tiempo la
ANFD, sin rumbo alguno, desaparecería. En abril de 1948 sería detenido el
decimo sexto Comite Nacional de la CNT.
En este tiempo se recrudeció la acción de guerrilla
urbana en Barcelona, animada por grupos exiliados. Faltos de bases
suficientes, estos hombres eran sistemáticamente diezmados y perecían en
choques con la policía, o siendo ejecutados a garrote vil o fusilados, como
fue el caso de, entre otros, José Sabater, Julio Rodríguez, Pedro Adrover,
Raul Carballeira, Francisco Martínez, Manuel Sabater, José López Penedo, etc.
La guerrilla
antifranquista: El Maquis
El casi inmediato estallido de la Segunda Guerra
Mundial sorprendió a gran parte de los excombatientes republicanos en territorio
francés; muchos de ellos se incorporaron a la Resistencia francesa. A partir
de 1944, con los ejércitos alemanes en retirada, muchos de estos guerrilleros
reorientaron su lucha antifascista hacia España. Pese al fracaso de la
invasión del Valle de Arán en ese año algunas columnas consiguieron progresar
hacia el interior y enlazar con las partidas que habían permanecido en el
monte desde 1939.
El periodo de máximo apogeo guerrillero fue el
comprendido entre 1945 y 1947. Pero la intensificación de la represión
franquista a partir de este año poco a poco fue terminando con las partidas.
Muchos de sus integrantes murieron o fueron detenidos (lo que en muchos casos
supuso igualmente la muerte), otros escaparon a Francia o Marruecos. En 1952
se procedió a la evacuación de los últimos contingentes de importancia y en
1953 la CNT en el exilio desautorizó la lucha armada. Desde ese año, quienes
aún resistían en el monte, negándose a elegir entre exilio o muerte, luchaban
ya casi exclusivamente por la supervivencia.
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Maquis
Entre los más destacados podemos citar a Quico Sabaté, anarquista
catalán y militante de la CNT y la FAI, que fue uno de los máximos exponentes
de la guerrilla urbana en Cataluña junto a Josep Lluís Facerías.
En julio de 1944 Sabaté realizó un primer viaje a España, para
incorporarse a los grupos de acción contra el franquismo formando la “Partida de maquis de Quico Sabaté“.
Desde su refugio en Francia compaginaba trabajos de fontanero, hojalatero y
agricultor con los robos a empresarios acaudalados y entidades bancarias para
financiar el traslado de propaganda desde Francia, la reorganización de los
sindicatos de la CNT en el interior, sabotajes, acciones de guerrilla urbana,
etc. Llegó a ser descrito como “El
Enemigo Público número uno del régimen” en los medios de
comunicación franquistas.
El grupo de Quico Sabaté colaboró en acciones conjuntas con otros
grupos guerrilleros libertarios maquis como el de Marcelino Massana y Josep Lluís Facerias, y en otras capitales, además de Barcelona, como Zaragoza y
Madrid. El día 4 de enero de 1960, encontrándose refugiados en una masía
situada en las montañas entre Gerona y Bañolas fueron acorralados por la
Guardia Civil. Tras un intenso tiroteo, murieron todos los hombres de la
partida de Quico excepto él, que consiguió huir, aunque gravemente malherido.
Al día siguiente, el 5 de enero de 1960 a las 8 de la mañana, fue sorprendido
y acribillado a balazos por la Guardia Civil mientras buscaba un médico para
que le atendiera.
Josep Lluís Facerías, militante de la CNT y de la FIJL, fue uno de los
miembros más activos en acciones y organización de las Juventudes Libertarias
de Cataluña, las cuales volvieron a publicar “Ruta“, su diario portavoz. En 1947, después de
estar preso de nuevo en la cárcel modelo de Barcelona y convencido de que la
lucha armada era la manera más rápida de obtener dinero como soporte a la CNT
y a los militantes presos y sus familiares, formó la “Partida de maquis de Facerías“.
Murió en Barcelona el 30 de agosto de 1957 en una emboscada asesinado por la
policía de la dictadura militar franquista.
Pero el grupo de maquis rural que tuvo más eco popular fue el de
Marcelino Massana (CNT), conocido por “Pancho”. La comarca del Bages y
sobretodo el Berguedà y sus entornos fueron las zonas donde durante seis años
la partida de Massana plantó cara al régimen franquista. La guerrilla de
Massana, contaba con más de 50 bases en masías, pueblos y ciudades donde los
acogían y daban soporte. El éxito de las acciones del grupo de Massana se
basaba en la aplicación de una estrategia muy eficaz, el conocimiento del terreno,
palmo a palmo le permitía moverse con toda seguridad, tenía la prudencia de
no hacer bajas inútiles y de no enfrentarse con la fuerza de orden público,
solamente cuando fuese absolutamente necesario; era muy astuto y desconfiado
como para no informar a nadie, ni a los compañeros del itinerario a seguir.
La guerrilla de Massana participó en secuestros de personalidades
significativas del régimen franquista, sabotajes, atracamientos a fábricas y
minas. Sería durante seis años un mal sueño para los millonarios
estraperlistas franquistas y también para los industriales que aprovechándose
de la situación hacían trabajar de 12 a 14 horas diarias a sus trabajadores.
Los sabotajes consistían principalmente en voladuras de torretas de alta
tensión. Como guía, los grupos de Massana, llegarían a pasar más de 50
personas de lado a lado del Pirineo. A principios de 1951 Massana iniciaría
una nueva vida en el exilio Francés y no volvería a Barcelona hasta 1979,
donde a su llegada sería entrevistado por diversas publicaciones y diarios
del país.
Ramón Vila Capdevila, conocido como “Caraquemada” y también militante
de la CNT, fue otro destacado guerrillero del maquis catalán y uno de los
organizadores de la resistencia libertaria en Cataluña. Fue detenido en 1943
por los alemanes, en Perpiniàn, donde estuvo preso durante dos meses en el
Castillet. En 1944 logró escaparse y se reintegró en la resistencia francesa
de Lemoges, hasta que ingresó en el famoso maquis de Rochechouart, donde se
le conocería por “Capitán Raymond”. En el maquis francés, actuó en todos los
combates de lucha abierta, pero se negó sistemáticamente a tomar parte de
operaciones de limpieza y escarmiento. Así, no permitió nunca que se fusilara
a ningún hombre.
Su especialidad eran los sabotajes, hizo saltar un gran número de
trenes blindados alemanes, especialmente uno de la SS, con tanques y material
bélico pesado, que se dirigía a Normandia cuando ya había tenido lugar el
desembarco de los aliados. Su dedicación y su valor fueron reconocidos por las
autoridades francesas, que le concedieron el máximo galardón, el de la legión
de Honor, que naturalmente, el rechazó.
Después de ser aniquilado el último reducto nazi volvió a Cataluña
para continuar su lucha contra el franquismo. Hacía de guía de la CNT atravesando
en múltiples ocasiones el Pirineo para transportar cargamentos de armas y
militantes para los grupos de acción. Al gual que muchos otros, creía que el
sabotaje contra las torres de alta tensión e instalaciones de suministro
eléctrico, era la única manera de acabar con el régimen franquista, la única
opción a su alcance para acabar con la economía del estado.
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A pesar de que en 1953 la CNT en el exilio había
desautorizado la lucha armada, “Caracremada” mantuvo el combate por su
cuenta. Hasta 1963 realizó diversas incursiones en Cataluña, principalmente
en las comarcas del Bages y del Bergadà. El 7 de agosto de ese año caía
mortalmente herido en un enfrentamiento con la Guardia Civil en el paisaje de
la Creu del Perelló, situado entre los términos municipales de Castellnou de
Bages y Balsareny. Su agonía duró hasta las siete de la mañana. Murió con la
espalda acomodada en su mochila y en las manos aún empuñaba una metralleta.
Estuvo agonizando toda la noche, ya que la Guardia civil de la 231 comandancia
de Manresa, compuesta por unos 200 guardias, no se atrevieron a acercarse.
La muerte de Ramón Vila Capdevila, junto con la de
José Castro (PCE), marcarían el final del maquis.
El declive de la CNT en
el interior
A partir de 1947 la CNT en el interior se fue
extinguiendo paulatinamente. Mientras tanto el Comité Nacional del Movimiento
Libertario Español se transformó en 1949 en el Secretariado Intercontinental
de la CNT en el exilio. Este órgano editaba “Espoir”, “Le
Combat Syndicaliste“, “Cénit” o “Umbral“. Al mismo tiempo
el subcomité de CNT en el exilio editaba CNT y España
Libre.
También eran los años del boicot internacional, lo
que no evitó que la burguesía y los oligarcas del régimen hicieran
espléndidos negocios. Es importante señalar la intervencióno de la CNT del
interior en las primeras huelgas trascendentales de la posguerra, sobre todo
la del textil en Barcelona. El acontecimiento más importante de este tiempo
fue la huelga general de Cataluña en febrero y marzo de 1951 que se
desencadenó como consecunecia de una subida de las tarifas de transportes
públicos. El 6 de marzo la huelga fue general, habiendo varios muertos el 12
de marzo en Barcelona. La subsiguiente rerepresión restauró la calma, pero en
adelante las cosas ya no serían como en los primeros años represivos. La
prensa de Barcelona anunció la detenión de 15 miembros de la CNT, a quienes
se acusaba de instigar la huelga de marzo. Otros cincuenta militantes
andaluces fueron detenidos ese mismo año en Andalucía y otros 30 en Barcelona
algún tiempo después, marcando así el climax y el momento de descenso real en
la acción organizativa.
Intentos dispersos llevaron en 1956 a la creación
de Alianza Sindical Obrera (ASO), organización sincrética
que nunca acabaría de cuajar. Entre 1958 y 1960, ASO colaboró en las luchas
de los mineros asturianos de marzo de 1958, cuya importancia provocó por
parte del gobierno la declaración del estado de excepción. Por su parte, en
el exilio, CNT, UGT y STV (Solidaridad de Trabajadores Vascos)
crearon Alianza Sindical, que prontó entró en conflicto con la
ASO. Por esta época aparecerían también las Comisiones Obreras.
A principios de 1960 podría decirse que desapareció
el espíritu colaboracionista que había dejado la guerra civil. Esto propició
que en el Congreso de Limoges, celebrado en el verano de 1961, la escisión
confederal en el exilio llegara a su fin, con la integración al Secretariado
Intercontinental del sector (minoritario) de los compañeros que habían sido
expulsados en 1945 por su colaboración gubernamental.
En este mismo Congreso se aprobó la creación de un
organismo secreto conocido como Defensa Interior (DI), con
el objetivo de dinamizar la accion armada y conspirativa contra el franquismo
y que tenía como blanco principal la eliminacion del general Franco. Defensa
Interior quedó formada por cuatro conocidos militantes exiliados en
Europa, dos en America y uno en Africa: por la CNT en Europa, Acracio Ruiz y
Cipriano Mera; por la FAI y representando al exilio libertario en America y
Europa respectivamente, Juan Garcia Oliver y Germinal Esgleas; por la FIJL,
Octavio Alberola; y representando a la CNT en Africa, Juan Jimeno.
Pronto se realizaron las primeras acciones. En Junio
de 1961 estallaron artefactos explosivos en Madrid, para posteriormente
realizar actos similares en Valencia y Barcelona y culminar en Agosto con
explosiones en el Valle de los Caidos y en San Sebastián, en las cercanías de
la residencia de verano de Franco. La policía detuvo a muchos jóvenes
libertarios, y uno de ellos, Jorge Conill Grau, fue condenado a muerte.
Ninguno de ellos estaba implicado en esas acciones. La presión internacional
forzó al régimen a indultar a Jorge Conill Grau.
Sin embargo la presión de las autoridades francesas
y la colaboración de las policías de ambos países fueron dificultando la
acción de DI. Fue entonces, cuando las Juventudes Libertarias asumieron la
iniciativa, decidiendo atentar contra Franco directamente.
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Francisco Granados y Joaquín
Delgado
Militantes de la F.I.J.L. juzgados
y sentenciados a muerte en 1963 tras un juicio militar sumarísimo que se
celebró apenas diez días después de los hechos que se les atribuyeron.
En este anarquismo revolucionario protagonizado por
jóvenes de la FIJL cabría mencionar a Octavio Alberola (Defensa Interior)
y a Luis Andrés Edo, el último de los cuales sufriría prisión en España en
dos ocasiones. Este grupo podía ser considerado continuación del Movimiento
Popular de Resistencia, originado en Cataluña en 1945 y animado por jóvenes
durante más de una década.
Siguiendo con los planes de la FIJL, Francisco
Granados fue enviado a Madrid en el verano de 1963 para ir preparando la
acción contra Franco. Sin embargo, una serie de descoordinaciones e
imprevistos hacieron que el proyecto se frustrara, lo que hizo que Joaquín
Delgado fuese enviado a la capital. Finalmente ambos cayeron en manos de la
policía y el régimen franquista les daría garrote vil el 18 de agosto del
mismo año. Estas dos ejecuciones causaron enorme conmoción en los medios
libertarios.
Hacia 1965, con la militancia confederal quebrantada
y casi disuelta, se dio en Madrid a cargo de un grupo de militantes el
fenómeno del cincopuntismo, por presentar este grupo como plataforma de
discusión cinco puntos a representantes indirectos de los sindicatos
verticales del franquismo. Tras algunas reuniones el intento fracasó, tanto
por el rechazo de las jerarquías verticalistas, como por el que llevó a
efecto enérgicamente el conjunto de la militancia confederal dispersa por
todo el país. No tardó en disiparse este fenómeno, ingenuo intento de ruptura
sindical dentro del marco del más puro integrismo franquista.
La década que va desde 1955 hasta 1965 fue en
realidad un tiempo sombrío para el anarcosindicalismo español y no pocos vaticinaban
-una vez más- su extinción. En 1965 terminaría por desaparecer la ASO. A
partir de entonces se mantendría una relación estable con el exilio, por
medio de comités nacionales que mantenían una presencia, aunque sin base real
efectiva. Junto a la actividad del Secretariado Intercontinental aparecieron
formas organizativas animadas por los militantes que se habían ido marginando
ante los problemas ya aducidos, que al fin se reagruparon en los grupos de
presencia confederal y libertaria, llevando a cabo sus propios comicios y
publicando su propio vocero, Frente Libertario. Tambien ellos
apoyarían activamente las actividades del interior.
La AIT en la posguerra
Quince años tuvieron que pasar hasta que por fin se
celebró el séptimo Congreso de la Internacional. Para entonces, no sólo la
AIT, sino el mundo entero, habían cambiado con la derrota del fascismo en los
campos de batalla y la aparición de nuevas nacionalidades y nuevos problemas
sociales de los que la ya débil AIT se hallaba apartada.
Pero esto no suponía que la AIT estuviera ausente de
la problemática de su tiempo. El Secretariado General residiía en Suecia y en
una circular de agosto de 1944 anunciaba la vuelta a la clandestinidad de la
FORA (sección argentina de la AIT) como consecuencia del golpe militar
conocido como “el movimiento de los coroneles” que anticipaba el fascismo de
Perón.
Otra de octubre del mismo año hablaba de las
persecuciones de los anarquistas en Polonia y de sus internamientos en los
campos de concentración soviéticos, pues apenas liberados de los nazis eran
vueltos a perseguir por los comunistas rusos despreciando su colaboración y
su lucha contra las tropas alemanas.
Por último, ese mismo año en otra circular, fechada
en el mes de diciembre en Estocolmo, el Secretariado alertaba a los
trabajadores del mundo sobre el significado real de la guerra que acababa de
terminar. Las tropas aliadas, decía la circular, dijeron luchar por la
democracia, pero pensaban en una democracia capitalista. La misión de las
tropas aliadas fué no sólo destruir el fascismo sino también impedir la lucha
de los trabajadores por su emancipación económica y su libertad. Las tropas
aliadas en los paises liberados del fascimo protegían los intereses de la
burguesía y hasta regímenes fascistas como el de Franco cuando convenía a sus
intereses.
En otra circular de mayo de 1945 se denunciaba un
telegrama de Stalin al Papa donde afirmaba que la URSS no iba a intentar
cambiar el orden social existente, sino que, todo lo contrario, se opondría a
todo cambio revolucionario en el mundo. Una denuncia que luego se confirmaría
con una dramática circular un año después en la que se hablaba de la
represión de los grupos anarquistas en Bulgaria por los nuevos gobernantes
comunistas, al servicio de la URSS, que no dudaban en fusilar a los
anarquistas acusándoles de traidores y aliados del capitalismo.
Como se veía, no estaban muy desarcertados los
anarcosindicalistas españoles cuando en sus análisis sobre la lucha contra el
fascismo en los congresos que precedieron a la guerra civil excluían las
alianzas con la burguesía y los comunistas. Porque, al fin y al cabo, las
democracias capitalistas, los comunistas y la Iglesia católica coincidían en
los mismos objetivos.
Lo que estaba claro es que la Segunda Guerra Mundial
había supuesto el triunfo del capitalismo sobre todas las demás demás fuerzas
sociales que, con el espejismo de combatir al fascismo, intervinieron en la
contienda.
El VII Congreso de la AIT, que contó con catorce
delegaciones, se celebró en Tolouse a mediados de mayo de 1951, y aún cuando
fue organizado por la CNT francesa, el impulso lo recibió de los miles de
anarcosindicalistas españoles exiliados en todo el mundo. El Congreso tenía
el carácter de relanzamiento de la AIT en la nueva época, pero consumió sus
sesiones en el debate las relaciones con la CNT española que en aquellas
fechas atravesaba una grave escisión en la clandestinidad y el exilio. Se
debatía si había concluido el compromiso con las demás fuerzas antifascistas
que hicieron la guerra o por el contrario si debía mantenerse, así como la
colaboración con las instituciones republicanas en el exilio mientras el
franquismo se mantuviera en el poder.
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Helmut Rüdiger (SAC, Suecia),
Albert de Jong (NSV, Holanda) y Renée Lamberet (CNT Francesa)
VII Congreso de la AIT. Toulouse.
Mayo de 1951.
Otro de los temas centrales del congreso fue el
galopante reformismo de la SAC (sección sueca de la AIT) y su aceptación de
los planteamientos propuestos por la patronal y el gobierno suecos para salir
de la crisis económica, que la distanciaba de los principios de la AIT. La
SAC pretendía una reforma de los estatutos para poder colaborar con el estado
y presentarse a las elecciones municipales; incluso hacia ciertas concesiones
al militarismo. Aunque en el Congreso prevaleció el rechazo a la colaboración
con el estado y la ortodoxia ideológica, como en el caso español, la SAC
había introducido en el la semilla del reformismo.
El VIII Congreso tuvo lugar dos años después también
en Francia, en Puteaux, en Julio de 1953. En este congreso estuvieron un
total de 20 delegaciones de Europa y América, y lo más sobresaliente del
mismo fue la aprobación de la resolución sobre el llamado caso de España.
Esta resolución daba por zanjado el debate abierto con la colaboración de la
CNT en la guerra civil y consideraba superada la situación creada por la
misma. El periodo colaboracionista se daba por terminado y la CNT volvía a
recuperar su ortodoxia anarcosindicalista que la caracterizaba.
El informe de las Secciones al Congreso era
claramente positivo sobre su recuperación, pero la AIT distaba mucho de ser
aquella que la llevo a la cabeza del movimiento obrero revolucionario
mundial. No había encontrado todavía su lugar en la nueva situación de la
posguerra mundial.
Finalmente el VIII Congreso aceptó la dimisión del
Secretario General, de la sección sueca, que llevaba quince años al frente de
la AIT y eligió a una compañera francesa para ocupar su puesto. Era la
primera vez que una mujer representaba a la Internacional.
El IX Congreso también se celebró en Francia, en
Marsella, en Julio de 1956. Lo que no cambió fue la tónica de los debates
sobre el reformismo. Finalmente, en el X Congreso celebrado en agosto de
1.958, la SAC fue expulsada por unanimidad de la AIT. Para evitar futuras
desviaciones en la Internacional, se aprobó una moción de la FORA en la que
se establecía que solo podrían ser admitidos en la AIT los grupos que
aceptasen como finalidad el comunismo libertario y los principios de
federalismo.
A partir de estos dos últimos congresos, los demás
se sucederían con bastante regularidad.
La reconstrucción de la
anarcosindical en España
Mientras seguía en el norte Alianza Sindical aparecieron
nuevas formas organizativas, como el CRAS (Comunas Revolucionarias de
Acción Socialista) en Asturias, cuyos miembros reforzarían posteriormente
a la CNT en la fase reorganizativa alrededor de 1970. Poco antes dieron
señales de vida grupos confederales o afines dispersos. Estos mantenían ya en
1971 una potura contraria a las elecciones sindicales promovidas por la CNS (Central
Nacional Sindicalista) por considerarlas una legitimación del
sindicalismo fascista.
Al mismo tiempo, empezaron a surgir grupos
antiautoritarios, autónomos e independientes que se afincaban en barrios,
empresas y proliferaban en todas las regiones. Llevaban a cabo dentro de los
grupos una práctica libertaria, que corría paralela a la de otros grupos
claramente anarquistas. Esta era la levadura que pronto potenciaría la
reconstrucción y auge de la CNT. Los grupos autónomos florecieron hasta 1973,
pero luego se produjo un gran fraccionamiento de tendencias, producto de los
debates que habían proliferado en los últimos tiempos. Esto explicaría, al
conlfluir la mayoría de ellos en el relanzamiento de la CNT, algunas de as
tensiones que acompañaban esta nueva fase de la vida organizativa de la
misma. Al final se dibujaron serios intentos reorganiativos, algunos de los
cuales procedían del exilio y eran asumidos por núcleos del interior. De aquí
surgió a poco la idea de celebración de un congreso para amalgamar todos los
grupos y tendencias libertarias y anarcosindicalistas. Otros grupos con
superior experiencia organizativa, más familiarizados con la vida sindical y
más cercanos a los comités confederales existentes, propugnaban formas
concretas de organización, como la creación de estructuras orgánicas
clásicas, federaciones locales y comités de relaciones para el contacto con
cuantos consideraban llegado el momento del relanzamiento anarcosindicalista.
Dentro de esta efervescencia, normalmente confusa,
aparecieron grupos revolucionarios como el MIL (Movimiento Ibérico de
Liberación) y el GAC (Grupos Autónomos de Combate) últimas
manifestaciones de la guerrilla urbana, que eran rápidamente desarticulados.
La represión se extendió a los núcleos autónomos preocupados por la
reorganización confederal, originándose una nueva dispersión.
Pero la reconstrucción no estaba siendo nada fácil.
Los sectores más duros del franquismo, cada vez más aislados de la sociedad
que gobernaban y temerosos hasta de sus propios sacerdotes y militares,
llevaron a cabo una represión policial que volvió a ensombrecer al país con
la ejecución por garrote vil, el 2 de marzo de 1974, del anarquista y miembro
del MIL, Salvador Puig Antich y del alemán Geor Michael Welel, ejecutado bajo
la falsa identidad de Hein Chez.
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Noticia del régimen anunciando la ejecución por garrote de Puig Antich y Heinz Chez. |
En el verano de 1975, la
sensación de desmoronamiento del régimen era omnipresente. En septiembre del
mismo año hubo otro juicio, el de ocho miembros del FRAP (Frente Revolucionario
Antifascista y Patriota), condenados a la pena de muerte. Se terminarían
ejecutando cinco de las penas, lo que aisló aún más al régimen
internacionalmente. Quince países de Europa retiraron a sus embajadores,
produciéndose protestas y ataques a las embajadas de España en la mayoría de
los países europeos. Como reacción a aquél desmoronamiento, el 1 de octubre,
Franco volvió al balcón de la plaza de Oriente y repitió ante la muchedumbre el
discurso de siempre y una vez más, con una voz que la enfermedad hace aún más
trémula, denunciaba en medio del fervor general de sus incondicionales el
complot judeomasónico contra España y la subversión comunista-terrorista.
Finalmente, el dictador moriría
en Madrid el 20 de noviembre de 1975.
Tras su muerte, los mecanismos
sucesorios funcionaron como el dictador había dejado atado y bien atado y Juan
Carlos de Borbón fue investido rey el 22 de noviembre del mismo año, siendo
aceptado con escepticismo tanto por los adeptos al régimen como por la
oposición democrática. Se inició así el proceso conocido como Transición
Española y su -no tan mencionada- guerra sucia.
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