Ángel
Herrerín López
CIHDE-UNED
Una vez finalizada la guerra civil española, los luchadores
encuadrados en el bando republicano
que
permanecieron en nuestro país tuvieron que soportar, durante los primeros años, el hambre,
la humillación y la represión más sanguinaria que España
había
sufrido
a
lo largo de toda su historia. Aquellos
que salieron de nuestras fronteras
se enfrentaron, en un principio, a los campos de concentración fran ceses y, pocos meses después,
al inicio de la Segunda
Guerra Mundial.
Para
los militantes antifascistas que
permanecieron en
España, dos
cuestiones fueron el centro de su preocupación: la primera, hacer frente a la represión, cuya fase más dura coincidió con las victorias de las potencias
del
Eje,
y que se cebó de una manera especial en las organizaciones sindicales UGT y
CNT. La segunda fue su reorganización,
que
en
el caso de la CNT supuso la formación y detención de su primer comité
nacional
antes
de
que
finalizara
el año 1939. Con las victorias aliadas, desde
1942,
y sin perder su condición de sanguinaria, la violencia del régimen de Franco
disminuyó, momento que fue aprovechado
por
las fuerzas opositoras
al régimen para llevar a cabo una reorganización más amplia de su militancia.
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