(1887-1942)
Político anarcosindicalista español, nacido en Barcelona, el 18 de febrero de 1867 y fallecido en Paterna (Valencia), el 27 de julio de 1942, fusilado por las fuerzas represoras franquistas.
Como dirigente obrero, Joan Peiró fue una de las figuras más destacadas del anarcosindicalismo español. Inició su carrera política dentro de la sociedad vidriera de Barcelona, donde impulsó, en 1915, la agrupación de todos los sindicatos de la ciudad en una federación local. En 1916 se convirtió en el principal responsable de la Federación Española de Vidrieros y Cristaleros, la cual acabó adhiriéndose a la Confederación Nacional del Trabajo (CNT), en el Congreso regional de Sants, en 1918. En 1917 se le encargó la dirección del órgano de prensa de la Federación Española de Vidrieros y Cristaleros, El Vidrio. A partir de 1920 entró a formar parte del clandestino Comité Nacional de la CNT, sufriendo por ello, como muchos otros cenetistas, la represión del gobierno y la cárcel, de la cual salió a finales de 1921. A partir de este momento pasó a desempeñar plenamente tareas de dirección en la central anarcosindicalista.
Como secretario del Comité Nacional, en 1922 propugnó la necesidad de una definición política e ideológica de la organización, la cual se llevó a cabo en la Confederación de Zaragoza, del mismo año, donde se encargó de redactar la llamada “resolución final”, firmada por Seguí, Pestaña y Viadin, por la que la CNT aceptó el significado de “política” en su acepción universalista, es decir: el compromiso que recogía la CNT en su intento de solucionar los problemas planteados al país, y no como un mero arte de gobernar los pueblos, criticando de esa manera al propio sistema parlamentario. Poco después, abandonó su puesto en el Comité Nacional para regresar a su puesto de vidriero, en Mataró, lugar en el que fundó la Cooperativa del Vidrio. Durante la Dictadura de Primo de Rivera, Joan Peiró participó en varias conspiraciones, fue detenido en otras tantas redadas y encarcelado. Una vez puesto en libertad, encabezó y firmó el manifiesto de la Inteligencia Revolucionaria, agrupación formada en 1930 como respuesta a la política represiva del Gobierno, a la vez que dirigió el periódico Solidaridad Obrera.
Durante la II República, Joan Peiró intervino activamente en el conflicto interno que culminó con la división del anarcosindicalismo español. Fue uno de los firmantes del Manifiesto contra la concepción catastrofista de la revolución, de agosto de 1931, uniéndose al grupo fundador de Cultura Libertaria, órgano de expresión del trentismo. En 1932 participó en la constitución de la Federación Sindicalista Libertaria. Joan Peiró fue objeto de durísimas críticas por parte de la Federación Anarquista Ibérica (FAI) por oponerse al alejamiento de los sindicatos. Pero, debido al triunfo de la derecha radical y conservadora al final de la II República, intentó reunificar todas las fuerzas anarquistas del país, hecho que se aprobó en mayo de 1936, en el Congreso de Zaragoza. También propuso la posibilidad de una acción conjunta con los partidos de la izquierda, frente al peligro fascista que ya empezaba a manifestarse. Por todo ello, fue uno de los pocos líderes anarcosindicalistas que rechazó la campaña abstencionista ante las elecciones de febrero de 1936.
Durante la guerra, formó parte del Comité Local Antifascista de Mataró, cargo que dejó al poco tiempo para dedicarse de lleno a tareas periodísticas. Publicó diversos artículos en Solidaridad Obrera, en los que hacía especial hincapié en la actuación negativa de grupos incontrolados, abogando por un encuadramiento de éstos en milicias organizadas como única vía para detener el avance fascista. El 4 de noviembre de 1936, la CNT entró a formar parte del gobierno de Largo Caballero, quien nombró a Joan Peiró ministro de Industria. Cuando, después de los sucesos de mayo de 1937, Azaña encargó a Negrín la formación de un nuevo gobierno, la CNT se negó a seguir colaborando. Peiró acusó al PCE como los únicos responsables de la crisis, denunciando también lo que él llamó la “represión desencadenada contra el Partido Obrero de Unificación Marxista" (POUM). Acabada la guerra, se exilió en Francia, donde fue detenido por la Gestapo, en noviembre de 1940, y entregado a las autoridades españolas, que lo fusilaron en Paterna, el 27 de julio de 1942, tras una penosa estancia en las cárceles franquistas.
Bibliografía
- PEIRÓ, J: Trayectoria de la CNT: sindicalismo y anarquismo. Madrid, 1979.
- SABATER, J: Anarquisme i catalanisme: la CNT i el fit nacional catalá durant la guerra civil. Barcelona, 1986.
- BAR, A: La CNT en los años rojos: del sindicalismo revolucionario al anarcosindicalismo: 1910-1926. Madrid, 1981.
- BUESO, A: Cómo fundamos la CNT. Barcelona, 1986.
- GÓMEZ CASAS, J: Historia del anarcosindicalismo español. Madrid, 1978.
- PÉREZ PIZARRO, Mª T: Historia de España del siglo XX. Barcelona, 1996.
C. Herráiz García.
Extraido de
ALBERT BALCELLS, Universidad Autónoma de Barcelona, Barcelona
El consejo de
guerra contra el dirigente cenetista catalán Joan Peiró en 1942. Un caso
representativo y a la vez singular.
Resumen: Joan
Peiró, el líder anarcosindicalista catalán, que había estdo entre los
disidentes en 1933 y había regresado a la CNT al estallar la guerra, fue
hecho prisionero por los alemanes en noviembre de 1940 en Francia y entregado
al gobierno de Franco. Por vez primera se estudian los documentos del
tribunal de guerra contra Peiró, que le condenó a la pena de muerte,
ejecutada en julio de 1942 en Valencia. El más bien sorprendente número y
condición social de los testigos que declararon a favor de Peiró prueban el
prestigio de Peiró y de su acción contra la represión indiscriminada durante
la Guerra Civil española. Pero Peiró fue sentenciado a muerte incluso antes
de que comenzase el juicio, porque había sido ministro de la República entre
1936 y 1937. Sin embargo, el mismo año, les fue conmutada la pena de muerte a
otros destacados anarquistas.
La trayectoria de
Joan Peiró
Joan Peiró i Belis fue uno de los
dirigentes más famosos de la CNT en Cataluña hasta la guerra civil. Nacido en
Barcelona en 1887, empezó a trabajar de niño en un horno de la industria del
vidrio y no aprendió a escribir hasta los veintidós años, ya casado. En 1907
contrajo matrimonio con Mercedes Olives, obrera textil, que siempre apoyó la
actividad sindical de su marido. Tuvieron cinco hijos, tres varones -Llibert,
Josep y Juli, que murió éste último cuando tenía dos años- y dos mujeres:
Aurora y Guillermina.
Peiró fue el reorganizador
principal de la Federación Española de Vidrieros y Cristaleros en 1915 y
dirigente de la federación local de sindicatos de Badalona, donde entonces
trabajaba y residía. Dirigió los portavoces de las dos organizaciones: El
Vidrio (1917-1920) y La Colmena Obrera (1915-1920) [1]. Después de haber
estado encarcelado entre diciembre de 1920 y noviembre de 1921, se hizo cargo
de la secretaría del comité nacional de la CNT entre febrero a diciembre de
1922. Entonces vivía en el barrio de Sants, en Barcelona. En agosto de 1922
se trasladó a Mataró donde ya trabajaba en la empresa que pronto sería
conocida como la Cooperativa del Forn del Vidre [2].
Durante la Dictadura de Primo de
Rivera estuvo en la cárcel entre enero y septiembre de 1925 y nuevamente, en
1927. Fue secretario del comité nacional de la CNT en 1928 y ocupó el cargo
hasta mayo de 1929, mientras el comité estuvo radicado clandestinamente en Mataró
[3]. Peiró se inscribió inicialmente en la FAI, fundada en 1927, pero no
militó en ella y luego combatió el ansia de predominio de esa organización en
la CNT. En los últimos tiempos de la Dictadura funcionaron comités conjuntos
CNT-FAI. Un pleno clandestino de la CNT aceptó un entendimiento con la
abortada conspiración encabezada por el ex-ministro dinástico conservador
Sánchez Guerra a principios de 1929. La conspiración la coordinaba en
Cataluña Lluís Companys.
Después de la dimisión de Primo de
Rivera en enero de 1930, la CNT volvió a la legalidad y Peiró firmó en marzo
el manifiesto de inteligencia republicana, documento promovido por L'Opinió.
Luego decidió retirar su firma a raiz de la polémica que se desató en los
medios anarcosindicalistas. En mayo de 1930 Joan Peiró fue elegido director
del diario Solidaridad Obrera, el diario barcelonés de la CNT, reaparecido en
agosto. Desempeñó el cargo hasta septiembre de 1931[4].
En agosto de 1931, cuatro meses
después de la proclamación de la República, Peiró fue uno de los treinta
firmantes del manifiesto que se oponía al insurreccionalismo anarquista y a
la voluntad de dominio de la FAI sobre la CNT. En diciembre de 1932 formó
parte del grupo fundador de la Federación Sindicalista Libertaria, que quería
orientar los sindicatos separados de la CNT. No obstante, Peiró y la mayoría
del grupo no siguieron a Ángel Pestaña en la fundación del Partido
Sindicalista en febrero de 1933[5]. No volvió a la CNT hasta agosto de 1936.
Peiró pasaba a dirigir la cooperativa del Forn del Vidre de Mataró en 1934 y
el presidente de la junta era Salvador Cruxent, miembro de Esquerra
Republicana de Catalunya y alcalde de Mataró, cargo del que fue destituido a raíz
de la adhesión a la revuelta del seis de octubre de 1934, siendo restablecido
en marzo de 1936, tras la victoria del Front d'Esquerres de Catalunya y del
Frente Popular en España [6].
En 1935 Peiró formuló unas
condiciones mínimas para la reunificación de la CNT en Cataluña y en el País
Valenciano, pero el control de la negociación escapó a los compañeros de
Peiró al oponerse las federaciones de Sabadell y de Manresa al reingreso en
la CNT y al retornar a ella sin condiciones los sindicatos escindidos de
Valencia en marzo de 1936.
Al estallar la guerra civil fue uno
de los dos vicepresidentes del comité de salud pública creado en Mataró bajo
la presidencia del alcalde Salvador Cruxent [7]. Dejó el comité el 13 de
agosto de 1936 y escribió una serie de artículos, que en noviembre de aquel
año fueron publicados como libro con el título Perill a la retaguarda [8].
Peiró denunciaba la represión ciega e indiscriminada y la rapiña que
practicaban impunemente los grupos incontrolados que deshonraban a la
revolución.
El 4 de noviembre de 1936 era
nombrado, a propuesta del comité nacional de la CNT, ministro de industria
del gobierno que había formado en septiembre el socialista Francisco Largo
Caballero, junto con otros tres ministros anarcosindicalistas: Joan García
Oliver, Federica Montseny y Juan López. Eran, por tanto, dos anarquistas y
dos treintistas, los representantes de la CNT-FAI en el gobierno. Peiró
marchó a Madrid y enseguida a Valencia.
Después de los enfrentamientos
violentos de Barcelona de mayo de 1937, los cuatro ministros
anarcosindicalistas acabaron dimitiendo y Peiró explicó su gestión
ministerial en una conferencia, publicada en folleto con el título De la
fábrica de vidrio de Mataró al Ministerio de Industria. El 23 agosto de 1937
pasó a dirigir Catalunya, el diario vespertino del comité regional de la CNT,
que había empezado a aparecer en febrero de aquel año y fue el primer diario
de la sindical en lengua catalana [9]. Defendió el autonomismo catalán,
criticó al PSUC y a los comunistas españoles y pidió la vuelta de los
anarquistas al gobierno de la República.
En abril de 1938 la CNT volvió a
estar representada en el gobierno de Juan Negrín, residente en Barcelona, por
medio del astuariano Segundo Blanco como ministro de instrucción pública. Y
entonces Peiró aceptó ser nombrado comisario general de energía eléctrica.
Por entonces había dejado la dirección de Catalunya, que fue sustituida el 28
de mayo de 1938 por CNT, portavoz del comité nacional de la CNT, trasladado a
Barcelona. Un año escaso había durado la existencia del diario cenetista en
lengua catalana.
Joan Peiró i Belis en la Cooperativa del Vidre de Mataró en 1937
Pero Peiró no dejó su producción
escrita, iniciando una revisión del anarcosindicalismo a la luz de la
experiencia de la guerra civil y de la revolución. Algunos de sus artículos
no pasaron la censura. Una compilación de sus escritos de 1937 y 1938 debía
publicarse en enero de 1939 con el título Problemas y cintarazos, pero la
ocupación de toda Cataluña por las tropas de los nacionales, lo impidió.
Sería publicada en Rennes en 1946. El 5 de febrero de 1939 pasó la frontera
por el Pertús con su hijo Josep, habiendo perdido contacto con su mujer y sus
hijas, que habían pasado a Francia poco antes.
Exilio en Francia.
Caída en manos de los alemanes
Peiró estuvo detenido cinco días en
El Voló. Después de estar en Perpinyà hasta el 3 de mayo, se instaló en
Narbona con su mujer y sus hijos. A partir de este punto contamos con dos
fuentes inéditas que utilizaremos principalmente: el expediente de Peiró del
archivo central de la Dirección General de Seguridad, que se encuentra en el
Archivo Histórico Nacional, y el sumarísimo 1156-V del tribunal militar de
Valencia, que se me ha permitido consultar en el juzgado togado militar de
Barcelona[10]. Ambos documentos son complementarios. El de Valencia no está
en buen estado porque sufrió los efectos de la inundación de 1957, pero
resulta legible en su mayor parte. Los amigos de Peiró y sus descendientes
daban por desaparecido el sumarísimo pero se ha conservado. Complementario de
estos documentos es el testimonio del defensor militar de Peiró, que envió su
relato doce años después, desde Caracas, al hijo de Peiró, Josep, quien lo
publicó en 1978[11], sin olvidar otra fuente: las páginas que dedicó Joan
Manent i Pesas, en sus memorias, al final de su amigo Joan Peiró[12].
Según la primera declaración de
Peiró en Madrid el 25 de febrero de 1941, vivió las primeras semanas en
Francia de la venta "de unos objetos de su exclusiva propiedad" y
después de un préstamo de diez mil francos que le facilitó Etien Barel, alto
empleado de la casa Des Lampes, residente en París. Durante dos meses recibió
2.500 francos del SERE, auxilio "que le fue retirado -según Peiró- por
imposición del Partido Comunista".
Peiró se trasladó luego a París
para representar a la CNT en la JARE (Junta de Ayuda a los Refugiados
Españoles), que se formó en competencia con el SERE, creado por Juan Negrín,
y que se diferenciaba del SERE por no tener representación comunista.
Presidía la JARE Lluís Nicolau d'Olwer, del partido Acció Catalana y
gobernador del Banco de España durante la guerra civil. A partir de su
incorporación a la JARE, Peiró contó con la ayuda de este organismo y se
dedicó a sacar de los campos de concentración a los refugiados de la CNT y a
darles ayuda. La JARE tuvo menos recursos que el SERE pero fue más eficaz y
fue reconocida igual que ésta por el gobierno de Méjico. El hombre de la JARE
allí era Indalecio Prieto [13].
Ante el avance alemán en la
primavera de 1940 la JARE fletó un avión para trasladar a América un último
contingente, pero Peiró decidió quedarse en Francia, quizás para no dejar sin
su auxilio a su mujer y a sus hijas que seguían en Narbona [14]. No fue el
único de la JARE que no se marchó de Francia. Nicolau d'Olwer se fue a
Burdeos y luego a Vichy, donde fue detenido y encarcelado hasta 1941, después
de confiscarle su bienes y los de la JARE. El periodista Cruz Salido,
responsable de la oficina de prensa de la JARE, tampoco se marchó a América.
Fue detenido por los alemanes, entregado a Franco y fusilado.
La delegación de la JARE en Méjico
continuó enviando dinero a Francia a nombre del embajador de Méjico en Vichy,
que trató de seguir fletando barcos para trasladar refugiados españoles a
América. Además el 22 de agosto de 1940 se firmó un acuerdo entre l0s
gobiernos mejicano y francés, en el cual Méjico se declaraba dispuesto a
acoger 120.000 refugiados españoles. El acuerdo contenía un artículo en el
cual el régimen de Vichy se comprometía a "respetar la libertad y la
existencia de todas las personas que buscaren asilo en territorio francés,
quedando limitada cualquier medida de extradición exclusivamente a los
crímenes y delitos de derecho común, no conexos a otros crímenes y delitos de
naturaleza política"[15]. En virtud de este acuerdo y de la presión
tanto de diversos gobiernos sudamericanos como de Estados Unidos, el régimen
de Vichy, a pesar de su hostilidad hacia los refugiados españoles y de su
deseo de complacer al general Franco, no concedió ninguna de las demandas de
extradición que le presentaron las autoridades españolas.
En la desbandada ante el avance
alemán, Peiró y sus hijos, que se habían ganado hasta entonces la vida
trabajando en la industria del vidrio, marcharon de París a pie en dirección
a Narbona pero se encontraron con los puentes del Loire cortados y fueron
detenidos por las tropas alemanas y recluidos en Sens-Yonne. Sin ser
identificados, se les dejó volver a París.
Una nota informativa no comprobada,
enviada a la Dirección General de Seguridad desde la Francia ocupada,
consideraba el 3 de octubre de 1940 que Peiró había logrado entrar en la zona
del gobierno de Vichy. El 31 de octubre de 1940 la policía de París le envió
una orden de expulsión por la que debía abandonar Francia antes del 2 de
diciembre. Era una manera desagradable de evitar su caída en manos de la
Gestapo y su entrega a Franco, como había pasado con Lluís Companys, que
quince días antes había sido fusilado en Barcelona, tras ser detenido en la
zona francesa ocupada el 13 de agosto. Si Peiró lograba pasar a la zona no
ocupada, podría acogerse al convenio franco-mejicano y marchar a América con
los suyos. Pero lo había de hacer sin permiso. En Romorantin, su amigo y
ex-secretario, el cenetista Joan Manent tenía montado un servicio de ayuda al
paso del rio Cher. Peiró y su yerno Niabel lograron pasar el 16 de noviembre.
Llevaban dieciocho horas en la zona de Vichy cuando fueron detenidos por la
gendarmeria en Chablis, al ir a tomar el tren para llegar a Narbona. La
gendarmería francesa los entregó a los alemanes y éstos los encerraron en
Vierzon. Condenados a tres semanas de arresto por haber pasado la línea sin
permiso, fueron retenidos cuando debían salir de la prisión, y trasladados a
Tréveris el 13 de diciembre después de ser identificados. Se les dijo que
estaban a disposición de las autoridades consulares españolas, que fueron
informadas.
En aquella situación tan
angustiosa, Peiró, a las tres semanas de estar detenidos él y su yerno,
escribió al cónsul general de España en Berlín una carta donde le pedía que
le informara de su situación. "Por nuestra parte -decía Peiró-
imposibilitados, al parecer, de ir a América, deseamos ser empleados en
Alemania en los trabajos de nuestra profesión, en cuyo caso favorable nos
sería facilitada la manera de reunirnos con nuestros familiares, de los que
llevamos separados en plazo de diecisiete meses, aparte de que se nos daría
ocasión de ser útiles a Alemania".
Las autoridades alemanas hicieron
caso de la carta de Peiró en relación a su yerno, Niabel Belis Miralles, que
el 11 de febrero fue llevado a trabajar en una empresa metalúrgica alemana.
Pero no hicieron lo mismo con Peiró, quien, ante la posibilidad de su entrega
a las autoridades franquistas, en su carta al cónsul español, que habían de
transmitír y leer los alemanes, trataba de no mostrar temor: "Inútil es
que le diga a Vd., Sr. Cónsul, que, prisión por prisión, preferimos ser
conducidos a España, en donde, en verdadera justicia, nada tenemos que
temer".
El 16 de enero de 1941 el
subsecretario del Ministerio de Asuntos Exteriores comunicaba a la Dirección
general de Seguridad que Peiró estaba en manos de las autoridades alemanas y
que pronto sería entregado. El 27 del mismo mes se trasmitía a Berlín la
petición de extradición por medio del Ministerio de Asuntos Exteriores, que
ocupaba entonces Ramón Serrano Suñer. Entre tanto el director general de
seguridad pedía el 19 de enero a la polícia de Barcelona los antecedentes de
Peiró y poco después recibía un informe fechado el 20 de enero, que se
enviaba el día 27 al fiscal de la Causa general. Ese informe resulta pobre en
datos y muy parcial, como la gran mayoría de ese tipo de documentos.
Según la policía de Barcelona,
Peiró había trabajado "por la organización de sindicatos ácratas,
coaccionando siempre que pudo a los obreros, para que éstos ingresaran en ellos,
mostrándose en toda ocasión como agitador profesional de cuidado”. Se
aportaba el dato de que había sido detenido ya diez y seis veces antes de
1924. Se le acusaba de aprovechar el "Glorioso Movimiento Nacional"
para erigirse en director del horno de vidrio en que trabajaba, ignorando que
era una cooperativa y que por lo tanto no había sido colectivizada.
También se le presentaba como
presidente del comité revolucionario de Mataró "siendo en esta localidad
el responsable máximo y principal de cuantos asesinatos se cometieron hasta
mayo de 1937, ya que los ejecutores materiales de los crímenes no eran más
que simples agentes de la autoridad emanada del referido Peiró".
Supusieron algunos que el haber sido el informado escisionista de la C.N.T.,
por pasarse al grupo de Ángel Pestaña, sería más moderado en sus
procedimientos de rebeldía, pero no fue así, pues en la práctica demostró
mayor ensañamiento que los más fanáticos de la F.A.I.". Pronto habrían
los mismos policías de rectificar a la vista de unos testigos que no habían
buscado la primera vez, pero, de momento, Peiró cargaba con todo aquello.
El 17 de febrero de 1941 Peiró
salía de Alemania con otros cuatro presos españoles para ser entregado en
Irún el día 19 a las autoridades españolas [16]. No fue Peiró el único que
entregaron los alemanes a las autoridades españolas sin el preceptivo juicio
previo en territorio francés antes de la extradición, por lo que ni de
extradición se podría hablar sino de simple entrega sin trámite legal previo.
A los casos de Companys y de Cruz Salido, ya citados, cabe añadir el de
Julián Zugazagoitia, socialista bilbaíno, ministro de Gobernación en el
primer gobierno Negrín entre mayo de 1937 y abril de 1938 y, a continuación,
secretario general de defensa de Negrín hasta el fin de la guerra. Fue
fusilado en Madrid en octubre de 1940. También fueron entregados por los
alemanes desde la zona ocupada de Francia los cenetistas Espartacus Puig, de
Terrrassa, y Marià Prat, de Manresa.
Peiró en España
El día 20 de febrero de 1941 Peiró
ingresaba en la Dirección General de Seguridad, en la Puerta del Sol de
Madrid, donde permaneció hasta el 8 de abril. José Peiró dice que su padre
fue objeto de malos tratos, llegando a Valencia sin algunos dientes. Y eso a
pesar de que, según Joan Manent, el conde de Mayalde, entonces director
general de seguridad y luego alcalde de Madrid, explicaba años más tarde que
había conversado varias veces con Peiró en aquella ocasión y le había
impresionado positivamente, como un hombre honrado.
De la primera declaración hecha por
Peiró en Madrid el 25 de febrero de 1941 se deduce que las preguntas de los
interrogatorios se centraban en el traslado del oro de la República y en los
depósitos que podían controlar sus antiguos ministros, así como en las
relaciones del preso con los comunistas. No se le daba todavía a Peiró la
ocasión de citar los posibles testigos favorables.
Joan Peiró respondió que en los
consejos de ministros a los que había asistido no se había hablado del
destino que se estaba dando al oro del Banco de España, "pues Negrín
como Ministro de Hacienda, no daba cuenta a nadie, y hacía con las finanzas
lo que le parecía, llegando incluso a no dar cantidad alguna, durante tres
meses, para pagar al Ejército Rojo, y en cuanto Largo Caballero intentó
pedirle cuentas, provocó la crisis en la que éste dejó de ser Jefe de
Gobierno". En cuanto a las relaciones con los comunistas, Peiró
declaraba que "han sido siempre a matar".
Peiró pronunciaba entonces su
primera exculpación. Decía de él mismo: "Al iniciarse el Movimiento
combatió de palabra y por escrito la actuación de las Brigadas de Control,
por lo que fue amenazado de muerte, fundándose ésta no sólo en esta campaña,
sino en que se había presentado en diferentes Consejos de los Tribunales
Revolucionarios para deponer en favor de elementos militares y civiles".
En su declaración Peiró cargaba sobre los comunistas sus males, "pues no
otra razón ha debido ser la que ha originado el que le dejaran en el mayor
desamparo". No parece que la policía española estuviese al corriente de
la participación de Peiró en la JARE.
Fue en una segunda declaración
prestada en Madrid, donde Peiró dio la primera lista de personas en peligro
de muerte a las que había ayudado durante la guerra. El 7 de marzo de 1941 el
director general de seguridad ordenaba al jefe superior de policía de
Barcelona que se comprobara la veracidad de aquellos datos y 17 de marzo, en
un extenso informe de más de cuatro folios, la policía de Barcelona
confirmaba casi todos los hechos aportados por Peiró, excepto cuando se
encontraba ausente la persona citada y cuando se trataba de individuos
salvados por Peiró en las provincias de Alicante y Valencia durante su
período de ministro de industria.
Decía este informe de la policía:
“Todos los individuos interrogados han coincidido en asegurar que es verdad
que Peiró hizo campañas en sus escritos contra los asesinatos y desmanes que
se realizaron, aunque siempre defendiendo sus ideales anarquistas, siendo
prueba de ello los artículos que figuran en el periódico Libertad y en el
libro Peligro en la retaguardia". No obstante, el delegado de
información de FET y de las JONS de Mataró, persistía en la información adversa.
Al lado datos ciertos como que Peiró se había afiliado a la FAI con el carnet
número 59 -aunque no añadía que después había combatido a aquella
organización-, continuaba considerando a Peiró culpable de los desmanes
ocurridos en Mataró durante la guerra, "entre los que se encuentra
-decía- el asesinato del P. Prior, pues cree que si hubiera querido le
hubiera salvado [17]". Lo acusaba también de haber incautado la vivienda
de Antonio Carrau y de haberse marchado en la retirada con la ropa y los
muebles de la casa, lo que Peiró rebatiría después. Pero hasta el delegado de
información de FET y de las JONS de Mataró reconocía que "Peiró fue el
menos malo de los que allí estuvieron".
A pesar de todo, la situación de
Peiró no era mejor que antes. Una orden de 25 de enero de 1940 había creado
unas comisiones provinciales de examen de penas dictadas por los tribunales
militares -unas comisiones, que, por cierto, no actuaron en el caso de la
sentencia contra Peiró- y se establecían unas normas según las cuales no
procedía presentar propuestas de conmutación de la pena de muerte prevista en
el artículo 238 del código de justicia militar, en los casos de los miembros
de checas que habían realizado penas de muerte, de ministros, diputados,
altas autoridades y gobernadores civiles rojos sentenciados por rebelión[18].
Peiró estaba comprendido en el
segundo punto de la larga lista de casos -17- en los que no cabía pedir ni
esperar conmutación de la pena capital. Los consejos de guerra en estas
condiciones parecían una formalidad de trámite con desenlace prefijado,
aunque, como se verá, se pronunciaron en la práctica algunas conmutaciones, a
pesar de todo.
Resulta inevitable plantearse la
cuestión de la tardanza en poner en marcha el proceso de Peiró. Hasta el 31
de diciembre de 1941 no se abrió el período sumarial del consejo de guerra,
el fiscal no formuló sus conclusiones hasta el 11 de mayo de 1942, el
defensor militar de oficio fue nombrado el 3 de junio y hasta el 21 de julio
de 1942 se pronunció la sentencia. Por lo tanto se tardó casi un año en
iniciar el juicio militar y Peiró estuvo preso un año y medio, cuando lo
corriente en casos de importancia semejante era un periodo de dos meses entre
la entrega por la Gestapo y la sentencia. Fue esa tardanza en el
procedimiento lo que alimentó alguna esperanza en el caso de Peiró.
Volveremos sobre el tema.
El 9 de abril de 1941 pasó el
acusado al gobierno civil de Valencia. No hay rastro de un supuesto paso de
Peiró por Barcelona, que es altamente improbable. En el gobierno civil de
Valencia -entonces Valencia del Cid-, ante el inspector jefe de la sección de
investigación y vigilancia Manuel Comache Novella y el agente Agustín Ramos
Ripoll, Peiró realizó una nueva declaración. Después de resumir su vida,
respondió a algunos de los cargos derivados de las informaciones que se
habían realizado en Barcelona.
Dejó claro que no se había
apoderado de la dirección del Forn del Vidre de Mataró, porque era una
empresa cooperativa y la venía dirigiendo desde 1931 por delegación de sus
compañeros. En cuanto a sus declaraciones cuando era ministro, recordaba
haber participado en un acto público en la plaza de toros de Valencia junto
con otros dirigentes de la CNT como Cano Ruiz y el presidente de la regional
valenciana Monllor. También había hablado en el Teatro Principal dos veces y
había participado con un discurso, el primero de mayo de 1937, en un acto con
el secretario del comité de la CNT Rodríguez Vázquez, muerto en Francia, con
la ministra anarquista Federica Montseny y con ugestistas como Carlos
Rubiera, diputado, y el subsecretario de guerra Baraibar.
Además de haber sido ministro de
industria y director de Catalunya, reconocía haber sido luego comisario
general de electricidad por el ministerio de defensa, en Barcelona, ciudad
donde había pronunciado conferencias en 1938 en el Ateneo Barcelonés y en
locales sindicales. A la pregunta de si había escrito algunos artículos que
le citaban los policías, respondió recordar que había publicado "Cristo
entre dos ladrones", recogido más tarde en un libro (Perill a la retaguarda)
[19].
Respecto a las acusaciones de
haberse beneficiado de incautaciones, Peiró dijo haber vivido en Valencia en
un palacio requisado por el sindicato metalúrgico, sin muebles, que se
hubieron de adquirir, y donde estaba su despacho de ministro. Cuando dejó el
cargo retiró únicamente unos colchones de su propiedad. Negaba haber
participado en incautaciones en Masnou y Llavaneres. Explicaba que, al ir a vivir
a Valencia, perdió su vivienda en Mataró y retiró sus muebles dejándolos en
casa de su hija, y que cuando él volvió, se le adjudicó una casa en la calle
San José, que estaba todavía amueblada y no sólo dejó todos los muebles y
enseres del propietario de la casa, Carrau, sino hasta los suyos privados, al
exiliarse.
Dijo también que nunca había
formado parte de los grupos de la FAI, que tampoco había formado parte de
secta alguna y que había rechazado entrar en la masonería, después de una visita
a una logia en la calle Aviñó de Barcelona, a la que le habían llevado
"un tal Salva" y Martí Barrera, ex-consejero de trabajo la
Generalitat y vinculado antiguamente a la CNT. Peiró finalizaba reconociendo
que se le habían seguido hasta veinticuatro procesos por delitos de imprenta
y que había estado detenido gubernativamente por causa de huelgas
"infinidad de veces, cuyo número no puede recordar".
El 29 de mayo de 1941 tuvo lugar el
ingreso de Peiró en la cárcel de Valencia, según telegrama enviado por el
director de la prisión a Madrid.
Las declaraciones
en favor del acusado
Se pueden agrupar a los declarantes
en favor de Peiró en tres grupos por su profesión y condición social. Un
primer grupo se compone de militares de la guarnición de Mataró y alguno más,
que ya no pertenecía a aquella y residía en Barcelona. Un segundo grupo es el
de los clérigos relacionados con la población de Mataró. Peiró no había
mencionado ninguno en su declaración exculpatoria. Un tercer grupo estaría
formado por jueces y personal relacionado con ellos. En este grupo se
incluiría a Francisco Ruiz Jarabo, más tarde ministro. En cuarto lugar
estarían núcleos de empresarios y hombres de derecha de Barcelona y sus
alrededores junto con algunos que habían detenidos en el País Valenciano
cuando Peiró fue ministro. En quinto lugar hay que mencionar el testimonio
favorable de un falangista "camisa vieja", que prestaba su
testimonio político ya que no había recibido durante la guerra el favor
personal de Peiró: Luís Gutiérrez Santa Marina.
Otra clasificación que también
resultaría significativa sería la agrupación de las personas defendidas por
Peiró en los meses anteriores a ser nombrado ministro, durante su permanencia
en ese cargo, y después de dejarlo. Hay casos en que en los que la ayuda de
Peiró se hizo más eficaz cuando adquirió la autoridad e influencia que le
daba ser ministro, aunque alguno resultó gravemente perjudicado en Barcelona
por la ausencia de Peiró. Aquí se ha optado por la clasificación por grupos
socio-profesionales, aunque sin olvidar la secuencia temporal.
Conviene advertir que la primera
lista dada por Peiró de testimonios de descargo se amplió considerablemente
más tarde y que todos los mencionados por Peiró confirmaron que el acusado
les había ayudado decisivamente. Francesc Belis, primo de Joan Peiró, y el
director de la cooperativa del Forn del Vidre de Mataró, Andreu Serra Vicens,
se movilizaron completando y ampliando recuerdos, localizando personas y
pidiéndoles que testificasen por escrito en declaraciones certificadas, con
lo que ayudaron mucho la labor del defensor militar, que mostró una
receptividad y una voluntad de actuar poco habituales en aquel tiempo y en
aquella situación.
Por todo ello el sumarísimo 1156
-V- 1941 resulta excepcional por la cantidad y calidad de los testigos de
descargo y la falta de testigos de cargo. Muy pocos ex-ministros de la
República, y menos un anarcosindicalista, consiguió tanto reconocimiento de
militares inculpados en la rebelión del 19 de julio de 1936, de falangistas y
de gente de derechas. Pocos expedientes son tan voluminosos. Puede compararse
con la soledad de Lluís Companys, cuyo consejo de guerra es hoy bien conocido
[20].
Hay que valorar lo que significaba
testificar entre 1941 y 1942 a favor de un antiguo dirigente de la CNT y
ministro de la República. La Alemania nazi era todavía una potencia invicta
con el apoyo de la Italia fascista y con el refuerzo de la expansión militar
del Japón, iniciada en diciembre de 1941 en el Pacífico y todavía en
apariencia incontestable. Si bien la entrada en guerra de los Estados Unidos
ofrecía esperanzas a los antifascistas, la contraofensiva inglesa desde
Egipto no empezaría hasta octubre de 1942 y la rusa en Stalingrado no
empezaría hasta noviembre, el mismo mes en que tendría lugar el desembarco
anglo-norteamericano en Marruecos.
En ese contexto internacional la
dictadura franquista parecía inconmovible y testificar en favor de un rojo de
la categoría de Peiró, era algo que no beneficiaba a los que se atrevieran a
hacerlo. Se consideraba un gesto contrario a la colaboración debida al
régimen después de una guerra civil demasiado próxima, y además parecía un
acto inútil para el reo por la razón de que era un ex-ministro de la
República.
Se ha hecho mención antes a la
tardanza en poner en marcha el proceso y ello parece confirmar la versión de
que se ofreció a Peiró la salvación si aceptaba colaborar con el nacionasindicalismo.
El testimonio del defensor Luís Serrano, recogido por Josep Peiró, no dice
nada al respecto, pero resulta normal ya que se hizo cargo del caso cinco
meses después del ingreso de Peiró en la cárcel de Valencia. El primero que
habló de los ofrecimientos que se hicieron a Peiró fue Pere Foix en su libro
Apòstols i mercaders, publicado en Méjico en 1957. Joan Manent concretó la
cuestión en sus memorias. Según Manent, el primero que sugirió la posibilidad
de colaboración a Peiró fue su antiguo compañero treintista Ricard Fornells.
En 1941 Fornells y un centenar de militantes cenetistas exiliados, que se
encontraban en los campos de concentración franceses, habían vuelto a España
con la condición de colaborar con los sindicatos verticales. Según Manent,
Peiró rechazó indignado la propuesta de Fornells, quien más tarde sería
detenido en Barcelona y moriría, aislado, en Sabadell, tras salir de la
prisión. Según Manent, después de la gestión fallida de Fornells, fue el
falangista barcelonés Juan Gil Senís quien ofreció ayuda a Peiró, que volvió
a rechazar cualquier colaboración. Manent cita una carta de Peiró del 27 de
noviembre de 1941 donde explicaba su negativa. Finalmente fue Luís Gutierrez
Santa Marina quien fue a Valencia y visitó a Peiró, pero éste volvió a negar
cualquier tipo de colaboración a cambio de salvarle la vida [21].
La intervención
del falangista Santa Marina
Aunque de todas esas gestiones
puramente verbales no exista prueba documental, la declaración escrita de
Santa Marina en el sumario, fechada el 1 de julio de 1942, no deja lugar a
dudas de la defensa de Peiró por el dirigente falangista de Barcelona[22],
también relatada por el defensor, el alférez Serrano, y reproducida por Josep
Peiró en su libro. El literato Gutierrez Santa Marina, que firmaba Luys Santa
Marina, era un santanderino afincado en Barcelona desde 1927. Unico jefe
superviviente del falangismo barcelonés de preguerra, se salvó de dos
condenas a muerte por conmutaciones que resultan sorprendentes en aquel contexto
y dada su categoría política. Salvado gracias a la intercesión de algunos
escritores catalanistas y quizás a la espera de un posible canje, Santa
Marina ayudaría más tarde a algunos escritores condenados como Agustí
Esclasans y eso explicaría que al entierro de Santa Marina acudiesen personas
de cierto relieve en la vida cultural barcelonesa, cuya presencia en aquel
acto resultó chocante[23].
Santa Marina fue director de
Solidaridad Nacional durante veinticuatro años. El diario del régimen
utilizaba la maquinaria y el local que había tenido Solidaridad Obrera en un
edificio propiedad de la parroquia de Sant Josep Oriol. Se decía que había
sacado de la cárcel a antiguos cenetistas que habían trabajado en la imprenta
del diario para volver a emplearlos allí. Al lado de falangistas forasteros y
de ex-lerrouxistas locales, en la redacción de Solidaridad Nacional había uno
que había trabajado para el diario de Pestaña, Mañana, entre 1937 y 1938 y
unos pocos de la prensa catalanista de preguerra [24].
Santa Marina avaló que Peiró había
sido enemigo de los excesos de los incontrolados y que había protegido a
personas perseguidas. Su declaración tenía la autoridad de proceder de un
consejero nacional del partido único, inspector provincial de FET y de las
JONS, director del diario Solidaridad Nacional, y presidente del Ateneo
Barcelonés hasta 1952[25]. Pero no pudiendo alegar que Peiró hubiese
intervenido en su propia salvación, como los demás testigos de descargo, la
declaración de Santa Marina era de claro color político. Por eso dijo que
había sido testigo de los contactos promovidos en 1934 por José Antonio Primo
de Rivera y Julio Ruiz de Alda con Ángel Pestaña "de cara a fusionar el
Partido Sindicalista con Falange Española, cuyas conversaciones y proyectos
de fusión fracasaron por incompetencia, ambición e intransigencia manifiesta
de Angel Pestaña contra el deseo y voluntad de sus correligionarios Peiró,
Fornells y Sánchez Requena"[26].
Dada la censura con que Peiró
reaccionó ante la fundación del Partido Sindicalista por Pestaña, resulta
inverosímil que Peiró participase en esas negociaciones y menos todavía que
tuviese una posición favorable a la fusión con la Falange. Santa Marina
trataba de insinuar una predisposición de Peiró en el pasado -y por lo tanto
en el futuro- a una posible colaboración con el nacionalsindicalismo. Eso no
quita que la fama de honesto y de moderado de Joan Peiró, reforzada por las abundantes
declaraciones de otros testimonios, influyese también en el ánimo de Santa
Marina. Compareció en el acto del juicio ante el tribunal militar, pero lo
decisivo es su declaración certificada formulada poco antes de la consumación
del proceso. Según Luís Serrano, se presentó con camisa azul y todas sus
condecoraciones y tuvo un diálogo tenso con el presidente del tribunal, el
coronel Loygorri.
Guardaría relación con esa posición
de Santa Marina la intervención de Serrano Suñer, que no consta naturalmente
en la documentación. Según Joan Manent, Serrano Suñer telefoneó, a petición
de Francesc Belis y de Andreu Serra, al capitán general de Valencia, general Álvarez
Arenas, para decirle que se acababa de presentar un recurso de revisión al
Consejo Supremo de Guerra y Marina y le pedía que suspendiese la ejecución de
la sentencia hasta que se resolviese el recurso. Álvarez Arenas le respondió
que no obedecía órdenes más que del ministro de la guerra y de Franco [27].
Mathieu Séguéla da por cierto que existió una intercesión de Serrano Suñer a
favor de Peiró pero no cita fuente alguna [28]. Tampoco hay ninguna mención
al hecho en la última edición de las memorias de Ramon Serrano Suñer, ni en
la española de 1977 ni en la francesa de 1984. Como ministro de asuntos
exteriores que presionaba al gobierno de Petain en el tema de las
extradiciones de rojos españoles, y que había pedido la entrega de Peiró a
los alemanes, la posición de Serrano Suñer, quizás finalmente influída por
Santa Marina, no era coherente ni sólida en el caso de que habiese tratado de
ejercer efectivamente su influencia en el caso [29].
Los militares que
declararon en favor de Peiró
El primer grupo a considerar es el
de los militares que declararon por escrito a favor de Joan Peiró. El
regimiento de artillería ligera de Mataró había salido a las ocho de la
mañana del 19 de julio de 1936 a la calle y había ocupado el ayuntamiento,
correos y telégrafos y los puntos céntricos de la población emplazando
algunas piezas, aunque sin disparar. No halló resistencia por parte de la
Guardia Civil que fué llamada a Barcelona y marchó a media mañana de Mataró.
Por la tarde la tropa empezó a ser increpada por paisanos, pero no disparó y
al atardecer, a las ocho, tras oír el mensaje radiado de la rendición del
general Goded, los soldados se retiraron al cuartel y los oficiales se entregaron
[30].
A pesar de haberse comportado igual
que la guarnición de Girona, el castigo dictado contra la guarnición de
Mataró fue mucho más severo. En el juicio del primer grupo de oficiales de
Mataró en el barco Uruguay el 26 de octubre de 1936, compareció Peiró con el
alcalde Cruxent como testigos de descargo, lo que le valdría a Peiró, según
declaró éste, una severa advertencia del jefe de las patrullas de control
llamado Portela.
En una ciudad pequeña como Mataró
la relación de la guarnición con los habitantes autóctonos era mayor que en
una gran ciudad e inducía a pedir clemencia por ellos. Según dijo a la
policía la esposa de uno de los salvados de la muerte, el comandante Carlos
Sánchez García, ella era cuñada del alcalde Cruxent, que intercedió por los
militares condenados.
El 27 de octubre de 1936 el diario
Llibertat, donde Peiró tenía gran influencia, publicó la petición de
conmutación de la pena de muerte dictada contra casi todos los primeros
oficiales juzgados. Encabezaba la petición de clemencia Salvador Cruxent,
seguido por otros veinte, entre los que figuraban Peiró, el treintista Josep
Abril y el cenetista Lluís Pedemonte, además de gente de todas las
organizaciones. El PSUC destituyó a dos delegados suyos en el nuevo consejo
municipal -Joaquim Casas y Pascual Carniago- por haber pedido el indulto. El
POUM publicó también una nota de repulsa. El 4 de noviembre de 1936 ocho de
los oficiales y jefes de Mataró condenados a muerte, fueron fusilados en
Montjuïc, pero no se efectuaron más ejecuciones de este grupo y el presidente
de la Generalitat conmutó algunas penas de muerte por cadena perpetua.
De los cuatro militares de la
guarnición de Mataró el 19 de julio de 1936, que Peiró contribuyó a salvar,
fueron dos los que enviaron declaración jurada en favor del dirigente
cenetista al juez instructor de Valencia: el comandante Enrique Aguado y el
teniente de complemento Máximo Gutierrez. Reforzó con su testimonio la
realidad de la intervención de Peiró en el juicio de los militares de Mataró
en el barco Uruguay, el capitán de artillería Julián Buy Gonzalvo, que se
encontraba allí procesado.
El coronel de artillería Francisco
Serra Castells había sido jefe de la guarnición de Mataró en 1931 cuando la
proclamación de la República y por ello le conocía Peiró. En 1936 mandaba el
regimiento de artillería de montaña del cuartel de la avenida Icaria, en
Barcelona. Había pasado el 18 de julio en Montjuïc donde instruía una causa contra
un capitán y dos tenientes. Prohibió que saliese ninguna batería a la calle,
pero cuando se presentó en el cuartel al día siguiente, ya habían salido. El
tribunal popular especial le absolvió el 7 de septiembre de 1936 mientras
condenaba a muerte al resto de la oficialidad del regimiento [31]. Peiró
declaró en favor del coronel Serra, según dijo en su segunda declaración en
Madrid y esto fue confirmado por el escrito del comandante Enrique Aguado. No
consta declaración jurada del coronel Serra, pero el defensor, en su relato,
explica que fue a verlo a Barcelona y que "lloraba de emoción,
contándome como le salvó la vida" Peiró. Serra, que estaba ya jubilado,
se ofreció a hacer todo lo que conviniese.
El comandante Enrique Aguado
Cabeza, había sido juez militar en Barcelona hasta poco antes del juicio
contra Peiró, a quien conocía por haberlo juzgado en un delito de imprenta en
1931. Pertenecía a la guarnición de Barcelona el 19 de julio de 1936 y fue
encarcelado. La policía de Barcelona, en la comprobación de la declaración de
Peiró en Madrid, confirmó que Aguado se consideraba salvado por aquel y le
llamaba "su segundo padre". El 15 de enero de 1941 declaró ante el
juez militar de Mataró y dijo que Peiró, cuando era ministro, había
conseguido el sobreseimiento de la causa contra él y le buscó alojamiento en
Mataró hasta el fin de la guerra.
Aguado confirmó que Peiró había
intercedido eficazmente por los militares de Mataró y que todo lo había hecho
"de manera leal y desinteresada". Hay que tener en cuenta que
existía la sospecha fundada que habían cobrado dinero por los favores
concedidos algunos dirigentes de la España republicana durante la guerra.
Del comandante Francisco Alvarez
Buhilla, de la guarnición de Mataró, a quien Peiró declaró haber salvado de
la pena de muerte, no consta declaración, aunque el comandante Aguado
confirmó el dato. Tampoco consta declaración ni confirmación del comandante
Carranza, citado por Peiró, de quien la policía de Barcelona decía el 29 de marzo
de 1941 que mandaba un regimiento en Alicante. La mujer del comandante Carlos
Sánchez García, que vivía en Mataró, confirmó que su esposo, que formaba
parte del regimiento de Mataró el 19 de julio de 1936, había sido condenado a
muerte pero se había logrado, con la ayuda de Peiró, la conmutación por
treinta años de prisión. Sánchez García prestaba servicio en Marruecos en
1941 y no envió escrito en favor del acusado.
Peiró dijo en su segunda
declaración en Madrid que también había salvado a la esposa de aquel militar
cuando fue detenida por el SIM acusada de trabajar para el Socorro Blanco. Se
observan reticencias por parte de ella en la información aportada a la
policía, con cierta tendencia a reducir el papel de Peiró, a quien recurrió entonces
y al que conocía por haber trabajado en la fábrica de su padre.
En cambio
sí prestó declaración jurada con fecha 23 de
septiembre de 1941 en Mataró, el teniente de complemento Máximo Gutierrez
Carvajal y confirmó que gracias a Peiró había salido de la cárcel seis meses
después del juicio del barco Uruguay y que le siguó protegiendo después. En
total fueron seis militares los que declararon a favor de Peiró y tres más
que no llegaron a hacerlo.
Las intervenciones
de dos clérigos
Dos clérigos estuvieron dispuestos a prestar
declaración a favor de Peiró explicando lo que le debían: el superior del
colegio de los hermanos maristas de Mataró -Salvador Oller Angelats, en
religión Hermano Doroteo- y el de los pasionistas de Tafalla, José Cruz
Navarro. La de Salvador Oller, que continuaba como director del colegio
marista de Mataró, está fechada el 27 de diciembre de 1941 y es de las más
interesantes:
"En agosto de 1936 fue
detenido el declarante en la playa entre Mataró y Llavaneras por milicianos
rojos y llevado a presencia del entonces Comité Antifascista. Que enterado
del hecho Juan Peiró por amigos del declarante se interesó e interpuso toda
su influencia en favor del declarante, logrando fuera puesto en libertad a
las pocas horas de la detención, circunstancia a la que el declarante cree firmemente
que debe la vida teniendo en cuenta que era en aquellos días cuando el furor
contra los religiosos estaba más exacerbado y el que desgraciadamente era
detenido difícilmente salvaba la vida. Es por esta circunstancia que el
declarante estima en lo que vale la acción del referido Juan Peiró
Belis".
"Posteriormente el declarante
fue detenido y llevado al barco prisión Cabo San Agustín y de allí al
Convento de San Elías habilitado para cárcel, donde fueron asesinados
cuarenta y cuatro de sus compañeros de religión ( ). De allí fue conducido
juntamente con sesenta y tres maristas, a la Cárcel Modelo en situación
apuradísima sin ropa para cambiarse y sin recursos de ninguna clase. En estas
circunstancias los señores J. Serra y Emilio Saleta recurrieron de nuevo a
Juan Peiró Belis logrando que se interesara por el caso y visitara al
entonces Jefe Superior de Orden Público Aurelio Fernández, consiguiendo que
se autorizara llevar a los maristas detenidos paquetes de ropa y alguna
cantidad en metálico. Conseguido esto puso todo su empeño en salvar la vida y
conseguir la libertad de los sesenta y tres maristas detenidos en la Cárcel
Modelo y condenados a un juicio severísimo y tal empeño puso en el caso que
logró del entonces Presidente de la Audiencia el aplazamiento de la vista,
evitando con ello posibles condenas irreparables, consecuencia de este
aplazamiento fue el sobreseimiento de la causa de los sesenta y tres hermanos
y la libertad de los mismos después de trece meses de cárcel en la Modelo de
Barcelona[33]."
El otro religioso que intervino en
favor de Peiró fue el superior de los pasionistas, José Cruz Navarro. Su
testimonio no consta escrito como el anterior pero, según el defensor de
Peiró, se trasladó de Tafalla a Valencia días antes del juicio para
interceder por el procesado ya que la congregación le debía la vida de
algunos de sus miembros. Consiguió entrevistarse con el capitán general Álvarez
Arenas y con el coronel Joaquín Loygorri, presidente del tribunal, pero no
logró más que buenas palabras [34].
Mataró conoció el terror represivo
durante los primeros meses de la guerra civil como el resto de Cataluña, pero
la capital de la comarca del Maresme registró la proporción más baja de
muertes por este motivo -1'4 por mil de la población- dentro de la comarca.
En el Maresme los asesinatos y ejecuciones representaron el 2'4 por mil de la
población, una proporción muy próxima a la media de Cataluña, que fue del 2'9
por mil [35]. El clero representó también aquí una altísima proporción de las
personas asesinadas, pero Josep Sanabre, en su Martirologio de la Iglesia en
la diócesis de Barcelona durante la persecución religiosa de 1936-1939, libro
publicado en 1943, señala que el archiprestazgo de Mataró presentaba la
proporción más baja de sacerdotes seculares ejecutados -el 12 por ciento- en
lugar del máximo de la diócesis que se dió en el archiprestazgo de Vilafranca
del Penedès y fue del 40 %. En la ciudad de Barcelona la proporción fue del
18 % y la media del resto de la diócesis resultó del 23'5 %.
Estas particularidades numéricas de Mataró inducen a relacionarlas con
el claro predominio treintista, liderado por Peiró, en el sindicalismo
matorenense.
Peiró desaprobó la orden del 3 de
septiembre de 1936 dada por el comité local de que los vecinos de Mataró
dejasen en la calle imágenes, estampas y libros religiosos para ser quemados
públicamente. El día 5 escribía en Libertad: "La destrucción de la
Iglesia es un hecho de justicia porque la Iglesia representa un poder
político, cuya finalidad es la esclavización espiritual y social del pueblo.
La persecución del sentimiento y de las creencias religiosas conculca un
derecho inalienable, es un derecho parecido al que nosotros reivindicamos
cuando se nos persigue por nuestros sentimientos políticos y sociales".
El asesinato del párroco de Sant
Josep de Mataró, Lluís Miquel Ticó, en el cementerio de Montcada el 20 de
septiembre de 1936, después de ser descubierto en un piso de Barcelona, debió
influir con otros hechos parecidos en el artículo más audaz de los publicados
por Peiró en aquella época, "Perill a la retaguarda", aparecido el
24 del mismo mes: "El que se sea burgués o capitalista, no es una razón
para que los revolucionarios lo persigan y lo exterminen. Tampoco lo es perseguir
y exterminar curas y frailes por el solo hecho de serlo. Todavía menos es una
razón el que los hombres de ideas de derechas o los que, sin serlo, votaron
un día a las derechas, puedan ser asesinados como perros, de manera cobarde y
criminal. Nuestra lucha es contra el fascismo, y todo el que no sea un
fascista comprobado, sean las que sean sus ideas, para los antifascistas,
para los verdaderos revolucionarios, ha de ser una persona sagrada".
Las declaraciones
de personas relacionadas con la administración de justicia y de prisiones
Pero volvamos a los testigos que
han dejado por escrito su alegato en favor de Peiró. Existe un grupo de
jueces y personal relacionado con la administración de justicia y de
prisiones. En primer lugar el núcleo de Mataró. Pedro Ciges Pérez, que
continuaba siendo juez de primera instancia del partido de Mataró, militante
de FET y de las JONS cuando dió su declaración por escrito el 23 de
septiembre de 1941, atribuía a la influencia de Peiró y de sus amigos que en
una población industrial como Mataró, con un sindicalismo tradicionalmente
activo, no se hubiesen producido atentados sociales, por lo menos desde 1928,
año en que Ciges había empezado a ejercer su cargo en la ciudad. Decía el
juez Ciges que, al ser puestos el 20 de julio de 1936 en libertad condenados
por él en Mataró a causa de los delitos de reunión clandestina y tenencia
ilícita de armas y explosivos, ellos fueron a detenerle a él y al oficial
criminalista Pedro Terés Novallas, pero fueron salvados por la intervención
de Peiró.
A continuación fue destituido de su
cargo de juez y Peiró le facilitó salvoconducto para trasladarse a Valencia. Restituido
en su cargo en Mataró en 1937, el juez Ciges fue procesado por el Tribunal de
Espionaje y Alta Traición. Peiró declaró en su favor en el juicio y le salvó
de la pena de muerte que le querían imponer. Estuvo preso hasta el fin de la
guerra, pero Joan Peiró logró evitar que enviasen al juez Ciges a un campo de
trabajo:
"Por todo ello el declarante
cree firmemente y puede afirmar que en distintas ocasiones Juan Peiró Belis,
desinteresadamente y con gran humanitarismo, salvó al vida al que declara.
Que según los antecedentes que ha podido recoger tienen entendido que la
conducta seguida por Juan Peiró Belis con el que suscribe, ha sido norma
general de toda su actuación".
También declaraba el mismo día y en
el mismo sentido Pedro Terés Novallas, que había sido concejal de derechas
del ayuntamiento de la ciudad después del seis de octubre de 1934, y era en
1941 como Ciges miembro de FET y de las JONS.
Junto con ellos prestó en las
mismas fechas declaración por escrito en favor de Peiró otra persona juzgada
con el juez Ciges en las misma causa en el año 1938, el comerciante de
ultramarinos de Mataró, Martín Fité Bragulat, que también ostentaba carnet de
FET y de las JONS. Fité decía que se había salvado de ser asesinado gracias a
Peiró al principio de la guerra y que había recibido de él garantías para
declarar en el juicio contra los militares de Mataró a favor de éstos. Más
tarde, gracias a Peiró, salió absuelto en el juicio del 19 de abril de 1938
en el que compareció con Ciges, con Juan Prado, que era jefe de la cárcel de
Mataró entre octubre de 1936 y septiembre de 1937, y con el juez de la Seu
d'Urgell, Niceto Ciscar Ríos. Obsérvese que en la fecha de ese juicio Peiró
acababa de ser nombrado comisario general de electricidad del segundo
gobierno de Negrín, y su influencia, por tanto, había aumentado.
Según declaración de Peiró en
Madrid, reiterada en su petición de comparecencia de testigos fechada en
Valencia el 11 de septiembre de 1941, y confirmada por la policía de
Barcelona, el SIM acusó a los cuatro procesados de facilitar la salida de la
cárcel de Mataró a personas de derechas y de procurarles luego el paso por la
frontera.
Ante las atrocidades cometidas en
los primeros meses de la guerra civil, no parece que esos cargos graves
desaconsejasen a Peiró declarar en favor de los inculpados, quizás porque los
presos liberados no eran quintacolumnistas. Ciges y Prado habían sido
suspendidos de destino y de sueldo el 27 de octubre de 1937. Corría en Mataró
la versión, muy difícil de comprobar, de que se trataba de una represalia
contra Ciges porque iba detrás de los ejecutores del asesinato de los
hermanos Clavell, el último crimen político-social sucedido en Mataró y en
concreto el 5 de febrero de aquel año 1937. Hay que tener en cuenta que
después de los hechos de mayo se había iniciado una investigación de los
crímenes cometidos en los primeros meses de la revolución, dando lugar a
detenciones y procesos. La respuesta contra esa investigación fue el atentado
sufrido el 2 de agosto de 1937 por el presidente de la Audiencia de
Barcelona, Josep Andreu i Abelló, ataque del que salió ileso [36].
Rafael Vidiella, consejero de
trabajo de la Generalitat y dirigente del PSUC y de la UGT, presionó en
septiembre para que se detuviesen las investigaciones y los procesos contra
los culpables de crímenes del anterior período. Según le dijo Bosch Gimpera a
Manuel Azaña, ello se debía a que hasta entonces habían sido detenidos sólo
anarquistas pero empezaban a caer también militantes del PSUC [37].
Si Ciges y Fité presentaron una
declaración escrita muy favorable a Peiró, no consta en el sumario papel
alguno ni de Prado ni de Ciscar. El segundo era en 1941 abogado en Barcelona
y secretario de la Cámara Oficial de Fabricantes de Chocolate y estaba
ausente en el momento que la policía le buscó para constrastar la segunda
declaración de Peiró en Madrid. Prado dijo a la policía que la intervención
de Peiró había sido mínima en el proceso de 1938 -afirmación desmentida por
Ciges y por Fité- y que más importante había sido la amenaza del presidente
de la Audiencia, Andreu Abelló, de implicar a Rafael Vidiella, consejero de
la Generalitat, por haber participado en la distribución de dinero para
liberar a los presos.
Según dijo a la policía el delegado
de información de FET y de las JONS de Mataró, Prado había actuado por dinero
mientras Ciges era un hombre honrado. En cuanto a Fité dijo que merecía poca
confianza porque había hecho viajes a Francia como responsable de abastos de
Mataró y no había aprovechado para pasarse a la otra zona. Añadía, sin
embargo, que Fité había hecho importantes donativos al Socorro Blanco y era
posible que hubiese servido al espionaje del mando nacional.
Tres jueces más enviaron
declaraciones por escrito al tribunal que había de juzgar a Peiró. Uno había
sido en 1934 juez municipal de Castellar del Vallès en 1934, José Armengol
Roca, que se refugió en Mataró bajo la protección de Peiró. Armengol perdió
sus bienes, confiscados por la CNT, pero salvó la vida.
Otro era Fernando López de Sagredo
y Baroeta, presidente accidental en 1941 de la Audiencia de Tarragona,
abogado durante la guerra. Declaraba que conocía a Peiró desde 1924, que el
acusado siempre había sido enemigo de la violencia, que había interpuesto
toda su influencia para que no se fusilara al coronel Dufóo, jefe de la
guarnición de Mataró en 1936, pero más tarde fue ejecutado aprovechando el
hecho de que Peiró había marchado a Valencia como ministro. Según López de
Sagredo, Peiró evitó muertes en Mataró, y sabía por unos clientes que tenía en
la industria del vidrio que se había opuesto a las colectivizaciones en el
sector, a la vez que había sido partidario de un armisticio con los
nacionales. El escrito está fechado el 20 de septiembre de 1941.
Un oficial de prisiones en Valencia,
detenido en 1937, Juan García Manzanet, declaraba el 25 de junio de 1942 que
había sido puesto en libertad gracias a Peiró y a pesar de que éste conocía
la ideología derechista del declarante.
La personalidad de más relieve
político dentro del grupo de los jueces fue la de Francisco Ruiz Jarabo,
magistrado del trabajo en Madrid entonces y futuro ministro de Franco.
Declarado cesante como juez de Tarancón, después de haber sido encarcelado en
Cuenca y en Madrid en 1936, salvó la vida "milagrosamente" y se
refugió en enero de 1937 en casa de unos tíos suyos de Valencia. Consiguió
gracias a Peiró el pasaporte para salir de la zona republicana el 15 de enero
y entró dos días después en la zona denominada nacional, sin que a Peiró se
le escapase que esa era su intención. La declaración está fechada el 5 de
diciembre de 1941. El defensor de Peiró, Andreu Serra y Francesc Belis, primo
de Peiró, fueron a Madrid y pidieron a Ruiz Jarabo que se deplazase a
Valencia para declarar ante el tribunal, cosa a la que él no accedió. Por ese
motivo tanto Serrano como Manent censuran a Ruiz Jarabo pero no hay duda de
que no hizo menos que la mayor parte de los testigos favorables que enviaron
su declaración escrita y son alabados por el defensor de Peiró y por Manent
en sus recuerdos. Ruiz Jarabo sería subsecretario del ministerio de trabajo
con José Antonio Girón en 1951, ministro de justicia en 1973 y se le
renovaría el cargo en el gobierno de 1974.
El testimonio de
algunos empresarios y propietarios
Un tercer grupo de testimonios
favorables a Peiró está formado por ocho empresarios, encargados y
propietarios. Empezaremos por los residentes en Cataluña. Juan Pedro Vidal,
presidente de la Cámara Oficial de la Propiedad Urbana de l'Hospitalet de
Llobregat, perseguido por el comité de la Torrassa para matarle, era antiguo
compañero de trabajo de Joan Peiró y logró que éste se presentara ante aquel
comité y consiguiese que se respetase su vida y la de su familia. También le
facilitó los medios para refugiarse en la provincia de Girona y así,
salvarse.
Ángel Sabas Sabas, vecino también
de l'Hospitalet de Llobregat y afiliado a FET y de las JONS, amenazado por
ser director de una fábrica de vidrio y presidente de un centro de derechas
de Collblanc, recurrió a Peiró, con el que también había trabajado, se fue a
su casa en Mataró y estuvo bajo su protección.
También salvaguardó Peiró la
seguridad de Niceto Corominas Codina, comerciante de Badalona y antiguo
concejal del ayuntamiento de la ciudad cuando la Dictadura. Una hija de Peiró
se fue a vivir una temporada con Corominas y su familia para evitarles
agresiones. La hija de Corominas, Rosa Corominas Cristany, maestra nacional
de Badalona, logró conservar su puesto del que querían desposeerla por ser
católica. Su hermano, Joaquín, declaró que, próxima a ser llamada su quinta,
logró que Peiró protegiese a su familia de posibles represalias cuando pasó
la frontera para pasarse a la otra zona. También la esposa de Niceto
Corominas, Lucía Cristany, destacada figura de las conferencias de San
Vicente de Paul, amenazada por la prensa de Badalona cuando la guerra,
declaró que Peiró la había preservado del peligro que la amenazaba. Estos
cuatro miembros de la familia Corominas enviaron escritos jurados.
Esteban Dolcet, de Barcelona,
apoderado de la casa José de Calasanz Martí, fue amenazado por sus empleados
y se refugió durante muchos meses en casa de Peiró, que también liberó a la
madre de Dolcet, apresada para saber dónde estaba su hijo. Dos afiliados a
FET y de las JONS de Cornellá, Alejandro Torreblanca y Pedro Marigó,
corroboraron son su testimonio estos hechos.
Dos propietarios del pueblo de
Castellserá, en la provincia de Lleida, Samuel Pons Carrera, alcalde del
pueblo después de la guerra, y Francisco Perera Company, declararon también
por escrito que Peiró les había salvado de la condena a muerte que se les
había impuesto en la ciudad de Lleida el 30 de septiembre de 1936, junto con
Ramon Sarri, que fue ejecutado.
En Alicante, cuando era ministro, Peiró
salvó a dos fabricantes de calzado, vecinos de Elda, Eloy Vera Santos y su
hermano Francisco. Su fábrica en Almansa había sido colectivizada y Peiró
designó un delegado gubernativo que veló todo lo que pudo por los intereses
de los Vera. Estaban presos en Alicante, cuando se vieron amenazados de ser
ejecutados si se producía un nuevo bombardeo de la ciudad. Peiró se presentó
en la cárcel y con su autoridad de ministro ordenó que ningún prisionero
sufriese represalias.
Los hermanos Vera salieron de la
prisión el 2 de febrero de 1937 y Peiró les facilitó su coche oficial para
refugiarse en Valencia y llegar después a la Jonquera. Eloy Vera pasó la
frontera con los suyos, pero Francisco Vera decidió volver a Alicante y
permaneció escondido porque su hijo había sido condenado a tres años de
trabajos forzados y Peiró no pudo conseguir su libertad cuando dejó de ser
ministro. Francisco Vera fue el primer alcalde de Elda después de la guerra y
Eloy Vera era jefe local de FET y de las JONS. El 4 de noviembre de 1941
declaraba que no conocía antes a Peiró y añadía: "Ello prueba que todo
cuanto realizó en favor de nuestra familia lo hizo llevado por su acendrado
espíritu de humanidad y porque Dios lo constituyó en nuestro protector para
bien nuestro".
Francisco Vera declaraba también el
20 de octubre de 1941 que era testigo de que Peiró había salvado de tres
vecinos de Callosa del Segura, el
comerciante Franco, su chofer Marhuenda y el médico Lucas. Se había impedido
declarar a los testigos de descargo en el juicio de aquellos acusados y
Peiró, como ministro, consiguió la repetición del juicio. Volvieron a ser
condenados a muerte pero Peiró logró la conmutación de la pena capital [38].
Las declaraciones
de personas de derechas
El último grupo a considerar es el
formado por gente de derechas que no parecen ser ni empresarios ni
propietarios. Por ejemplo Emilio Saleta Llorens, del cuerpo de secretarios
municipales y en 1941 militante de FET y de las JONS, salvado por Peiró en
noviembre de 1936 en Mataró, al ser detenido por ayudar a perseguidos.
Otro era Eugenio Gómez Alaestante,
tío de Francisco Ruiz Jarabo, que logró gracias a Peiró salvoconducto para
marcharse de Valencia y de la zona republicana él, su hermana y dos sobrinas,
una de ellas monja, el 14 de enero de 1937 y entraron en la otra zona el día
17.
Manuel Cordero Doblado, vecino de
Badalona, declaró que Peiró le había salvado la vida cuando fue condenado al
encontrársele propaganda electoral de Renovación Española en el momento de
ser detenido en febrero de 1937. No consta en cambio declaración de Julio
Pons ni del médico Bernardo Omenal, vecinos de la localidad valenciana de
Burjassot, acusados de fascistas y puestos en libertad gracias a Peiró, según
había declarado éste.
La policía de Barcelona confirmó
que Juan Lleonart, vecino de Mataró, antiguo tradicionalista, que pasó del
sindicato católico al Sindicato Libre, había sido liberado por Peiró cuando
había sido detenido en 1931, al proclamarse la República, y que al estallar
la guerra, se refugió en casa de Peiró, salvando asi la vida. Era en 1941
chofer del ayuntamiento de Mataró.
Lorenzo Marigot resulta un caso
interesante. Trabajaba en una fábrica de vidrio de Cornellá de Llobregat, era
antiguo compañero de Peiró y fue alcalde de la población en 1935, época en
que pertenecía al Partido Radical de Lerroux. Perseguido en 1936, vivió en
casa de Peiró toda la guerra. Afiliado a FET y de las JONS, fue el primer
alcalde de Cornellá después de la guerra.
Otro derechista, que había
pertenecido a la guardia real de alabarderos y después se había afiliado a
FET y de las JONS, José Vives Pamies, fue uno de los no mencionados por Peiró
que presentaron declaración jurada proclamando que Peiró le había salvado de
una muerte segura y que lo mismo había hecho con muchos otros.
La última declaración escrita
recibida en Valencia, fechada en Barcelona el 6 de julio de 1942, fue la de
Antonio Fernández Martín, militante de FET y de las JONS, del servicio de
información a las órdenes de Santa Marina. Conoció a Peiró cuando éste era
comisario general de electricidad, ya que Fernández trabajaba en el sector y
Peiró le ofreció un puesto en el consejo de empresa para contrarrestar el predominio
comunista. Antonio Fernández declaraba que había pasado información sobre el
emplazamiento de los aeródromos republicanos pues los conocía debido a las
peticiones de instalación de electricidad. Peiró se negó a entregar al SIM
diez y nueve técnicos superiores acusados por los comunistas. Logró retener
empleados que habían sido movilizados e impidió, según Fernández, que se
volaran las centrales eléctricas en la retirada.
Balance de la masa
de declaraciones en favor de Peiró
En total declararon por escrito un
religioso, seis militares de los nueve mencionados por Peiró, seis de los
ocho jueces y funcionarios de justicia y de prisiones favorecidos por el
acusado, nueve de los doce empresarios, encargados y propietarios favorecidos
por la protección de Peiró, uno de ellos acompañado de su mujer y sus dos
hijos que hay que sumar a los declarantes, y, finalmente, cinco de un total
de ocho empleados y personas de derechas y de condición social no
identificada. Hay que sumar el testimonio del dirigente falangista Santa
Marina. Se recogieron por tanto 28 declaraciones juradas y certificadas. No
resultó desmentido ninguno de los casos invocados por Peiró y sólo en dos se
matizó a la baja su intervención a favor de alguien.
Los testimonios escritos llegaron a
Valencia en dos bloques. El primero, entregado espontáneamente por Eulalia
Oliver Carbonell el 14 de junio de 1941 al juez instructor militar. El
segundo bloque llegó gradualmente entre el otoño de 1941 y la primera mitad
de 1942. De nada sirvieron.
Cuando Peiró solicitó desde la
cárcel de Valencia al capitán general el 11 de septiembre de 1941 que se
pidiera declaración a una lista de posibles testigos de descargo, la
respuesta del juez instructor militar el 23 de octubre resulta reveladora
pues considera que "dichas declaraciones lo único que pueden hacer es
retrasar la tramitación del presente procedimiento, toda vez que lo que
aparece en el segundo resultando son cargos concretos que no niega el
encartado" [39]. Y añadía que ya constaban testimonios escritos
suficientes. Es decir se juzgaba a Peiró en Valencia -y no en Barcelona- por
haber sido ministro de la República en aquella ciudad y lo demás sobraba.
Pero, en contradicción con lo
anterior, el juez instructor consideraba la posibilidad de que se trasladase
el proceso a la cuarta región militar, es decir a Barcelona. Esa posibilidad
fue descartada el 17 de noviembre de 1941 por el fiscal militar de Valencia y
luego por el auditor el 22 de noviembre de 1941, "advirtiéndole que por
la naturaleza y gravedad de los hechos proceda con la mayor urgencia".
La interpretación de Manent es que, fracasadas las gestiones para lograr la
colaboración de Peiró, habían decidió actuar a partir de ahora con la
celeridad típica de un consejo de guerra.
El 19 de enero de 1942 enviaba la
delegación de información e investigación de la jefatura local de FET y de
las JONS de Mataró su informe, donde repetía y agravaba sus primeras
acusaciones y el 19 del mismo mes tramitaba la suya la Guardia Civil de
Mataró, muy parecida y casi calcada de la de FET y de las JONS. Le acusaban
de haber ocupado la vicepresidencia del comité local de Mataró después del 19
de julio de 1936, lo cual negaba Peiró porque ello servía para involucrarlo
en las responsabilidades por todos los crímenes y agresiones de los primeros
meses de la guerra. Peiró había dejado el cargo a mediados de agosto.
Se le hacía corresponsable de la
contribución que se impuso especialmente a la gente de derechas para mantener
a las familias de los milicianos de Mataró que marchaban al frente y se le
seguía acusando de la incautación de la casa de Antonio Carrau y de haber
causado allí desperfectos. El alcalde de Mataró reforzaba esos cargos con el
de haber llevado a cabo la colectivización de la cooperativa del vidrio en
que trabajaba Peiró.
Para contrarrestar los artículos de
Peiró condenando los crímenes de los incontrolados, se citaban artículos
donde aparecía clara la militancia anarcosindicalista y revolucionaria de
Peiró, prorque la cuestión era la siguiente: salvar a personas de derechas en
peligro no exculpaba a Peiró de la militancia revolucionaria por la que se le
quería condenar [40]. Igualmente se denunciaba un artículo aparecido en Libertad
el 9 de agosto de 1936, que se
consideraba insultante respecto al general Queipo del Llano, las
"charlas" del cual desde Radio Sevilla no se caracterizaban por su
corrección.
El fiscal jurídico militar
redactaba sus conclusiones generales el 11 de mayo de 1942. En ellas aparecía
algún disparate como que Peiró había participado en la Semana Trágica de 1909
en unión de García Oliver, Ascaso y Durruti, que por aquellas fechas, como
diría después Peiró, eran sólo unos niños, y además aun no vivían en
Barcelona. El fiscal hacía responsable a Peiró de saqueos, rapiñas y hasta de
las checas, y pedía la pena de muerte.
A continuación se designó defensor
al alférez de artillería Luis Serrano Díaz. Según el relato que este escribió
y envió a Josep Peiró años más tarde, mientras fue capitán general en
Valencia Enrique Cánovas Lacruz, fue normal dejar a los defensores presentar
toda clase de pruebas, pero la situación cambió con Eliseo Álvarez Arenas en
la capitanía general y el coronel Federico Loygorri al frente de los juzgados
militares especiales. Los defensores eran coaccionados. Serrano no conocía
antes a Peiró e ignoraba su trayectoria, pero no se limitó al papel usual
entonces los defensores militares de oficio. Según explicó después, tomó muy
a pecho la defensa del acusado ante la impresión que le produjo tanto la
calidad y el número de los testigos de descargo como la personalidad de
Peiró.
Andreu Serra, Francesc Belis y
Esteban Dolcet llegaron a pagar diez mil pesetas de la época a un abogado de
Valencia, José María Ramírez y Rodríguez de Magenti, para que confeccionase
una defensa extensa, que Serrano consideró inadecuada porque Loygorri no se
la hubiese dejado leer. Para ganar tiempo, el 18 de junio solicitó la defensa
que se reclamase la declaración escrita de diversas personas que no lo habían
hecho, pero no lo consiguió.
Explica el defensor que cuando el
21 de julio de 1942 iban a entrar en la sala para celebrar el sumarísimo, le
dijo el coronel Loygorri: "Luis, tiene usted media hora para hablar, y
mucho cuidado con lo que va a decir, porque le puede venir un paquete
gordo". El tribunal estaba formado por el mencionado coronel, los
capitanes Vázquez y Mulet, el teniente Ruiz y el teniente Rojas como ponente.
Declararon ante el tribunal Santa
Marina, el hermano Doroteo, director del colegio de los maristas de Mataró y
Martín Fité. Siguió el fiscal con la calificación rutinaria de los hechos
como adhesión a la rebelión apreciando el agravante del artículo 170 del
código de justicia militar y solicitó la pena de muerte. Serrano recordaba
haber hablado hora y media y haber denunciado las irregularidades cometidas
al haber elevado a definitivo el sumario sin haberse reclamado que prestasen
declaración judicial por exhorto los testigos de descargo que todavía no lo
habían hecho. El resumen que contiene el acta, dice lo siguiente: "La
Defensa alega que el procesado aunque participante en partidos de izquierda,
fue su actuación tan moderada siempre y mucho más durante el dominio rojo,
siendo el paño de lágrimas de todos los perseguidos hasta el extremo que en
varias ocasiones fue amenazado como fascista; fue testigo de descargo en el
Consejo de Guerra contra los militares y aceptó un cargo de Ministro en el
Gobierno de Largo Caballero precisamente para evitar males mayores. Quiso
venir a España a ser juzgado como se demuestra por la carta escrita al cónsul
que consta en el sumario, favoreció tanto a militares como a religiosos y
habiendo tenido una actuación muy moderada, y pide la pena de treinta años de
cárcel".
Al preguntar el tribunal al acusado
si tenía algo que añadir, contestó que no. A la salida de la sesión Loygorri
le dijo a Serrano: "Efectivamente, a este hombre, yo, le elevo una
estatua en la plaza del Caudillo por todo el bien que ha hecho a mucha gente
y, luego, lo fusilo por haber sido ministro".
El mismo día se conoció la condena
a muerte y el tribunal acordaba expresamente no elevar la propuesta de
conmutación porque la conducta del acusado caía de lleno en el número dos del
grupo primero del anexo de la orden circular de la presidencia del gobierno
de 25 de enero de 1940, que antes se ha explicado.
Inmediatamente salieron para Madrid
Serra y Belis con el recurso contra la sentencia y el Consejo Supremo de
Justicia Militar la admitió. Volvieron inmediatamente a Valencia con el
resguardo y el defensor presentó el documento al auditor para que aguardase a
la resolución del tribunal de apelación, pero el auditor le envió al capitán
general. La entrevista entre Serrano y Álvarez Arenas tuvo momentos de
extrema tensión y acabó con estas palabras del capitán general:
"Muchacho, ni tú ni yo vamos a disparar la bala que lo matará, pero
aunque quisiéramos, tampoco podemos salvarle la vida".
A las ocho y media del atardecer
del 24 de julio de 1942 Joan Peiró fue fusilado en el campo de tiro de
Paterna con otros seis cenetistas. El único privilegio de que había gozado
era haberlo juzgado a él solo cuando era normal juzgar y condenar grupos
enteros, algunos numerosos. Un amigo recogió el cadáver para que no fuese a
parar a la fosa común como el resto y lo depositó en un nicho que acababa de
comprar. Hoy sus restos reposan en el cementerio de Mataró.
El alférez Serrano fue trasladado
forzoso a Marruecos y poco después pidió la baja en el ejército y emigró a
Venezuela. En abril de 1944, poco antes de dejar el uniforme, Serrano leyó en
el Diario Oficial del Ministerio del Ejército un comunicado del Consejo
Supremo de Justicia Militar citando a Peiró o a persona que le representase
para comunicarle la sentencia que sobre él había recaído.
El consejo de guerra contra Joan
Peiró resulta representativo por el desenlace, pero a la vez es excepcional
por la cantidad y calidad de los testigos de descargo tal como ya se ha
dicho. El sumarísimo 1156-V, que los amigos de Peiró daban por desaparecido,
se ha conservado y consta de 140 folios.
Aunque el caso de Peiró sea
representativo, siempre hay excepciones que confirman la regla. Cipriano
Mera, condenado a muerte en Madrid el 26 de abril de 1942, vio conmutada la
pena el 28 de julio de 1942 con otros setenta condenados al fusilamiento. Los
cargos que pesaban sobre él eran más graves, según se mire, que los que
costaron la vida a Peiró. Líder del sindicato de la construcción de la CNT en
Madrid antes de la guerra, Mera combatió eficazmente con las armas a los
denominados nacionales, consiguió un prestigio casi legendario y llegó a
mandar el cuarto cuerpo de ejército del centro de España. Detenido en 1942
cuando se disponía a embarcar en Casablanca rumbo a Méjico, fue el único exiliado
español extraditado, debido a que fue juzgado en el protectorado francés de
Marruecos.
El 31 de septiembre de 1946,
después de la derrota nazi-fascista en la segunda guerra mundial, se le
concedió la libertad provisional y pasó clandestinamente a Francia al cabo de
algún tiempo [41].
No parece atenuante suficiente, a
primera vista, que Cipriano Mera hubiese combatido y vencido a los comunistas
en Madrid cuando la sublevación del coronel Casado en marzo de 1939, hecho
que precipitó la victoria ya imparable del general Franco, que se negó a
negociar con el consejo de defensa insurrecto contra Negrín. El socialista
Julián Besteiro, miembro como Mera del consejo nacional de defensa que se
formó contra los comunistas y el gobierno de Negrín, se entregó y fue
condenado a cadena perpetua, muriendo en el penal. Este precedente podría
haber ayudado a Cipriano Mera, pero Besteiro no había tenido cargos durante
la guerra civil y en cambio Mera era un jefe de cuerpo del ejército
republicano. Y ese había sido el argumento que había esgrimido Besteiro para
aconsejar a Mera que huyese en vez de quedarse en Madrid como él.
Por tanto, a pesar de que la
máquina represiva militar de la inmediata postguerra seguía normas uniformes
e implacables, existíó un margen de decisión personal imprevisible de las
autoridades, que, en la misma coyuntura, fue fatal en el caso de Peiró y
favorable en el de Mera.
Notas
[1] Las primeras
semblanzas biográficas de Peiró son la de Pere Foix en su libro Apòstols i
Mercaders, publicado en Méjico en 1957, y los apuntes biográficos que
acompañaron en 1959 a la nueva edición del libro publicado en Méjico por la
CNT, Pensamiento de Juan Peiró. Su antiguo amigo y secretario Joan Manent i
Pesas, le dedicó muchas páginas en su libro Records d'un sindicalista
llibertari català, 1916-1943, Edicions Catalanes de París, 1976. Las últimas
aproximaciones a las vida de Peiró son la de la introducción de Pere Gabriel
al libro Joan Peiró. Escrits, 1917-1939, Edicions 62, Barcelona 1975, y la
del hijo del personaje, José Peiró Olives: Juan Peiró, teórico y militante
del anarcosindicalismo español, Foil, Barcelona 1978, p. 9-98. La revista
Anthropos (Barcelona) dedicó a Joan Peiró en 1990 su número 114 con una
cronologia escrita por Pere Gabriel.
[2] Margarida
Colomer i Rovira: Cooperativisme i moviment obrer. L'exemple de la
Cooperativa del Vidre de Mataró (1920-1944). Patronat Municipal de Cultura de
Mataró - Editorial Alta Fulla, 1986.
[3] Joan Peiró
empezó entonces a ser un publicista notable entre los anarcosindicalistas. De
sus dos primeros libros: Trayectoria de la Confederación Nacional del Trabajo
(1925) y Ideas sobre sindicalismo y anarquismo (1930), la CNT hizo una
edición conjunta en Méjico en 1959, que ya se ha citado antes. Siete
artículos suyos en el semanario L'Opinió en 1928, fueron recogidos por mí en
La problemàtica del 1928 entorn a l'anarquisme a Catalunya, Nova Terra,
Barcelona 1973 y en la versión castellana del libro: El arraigo del
anarquismo en Cataluña. Entre 1972 y 1974 Antonio Elorza publicó artículos de
Peiró en la serie "El anarcosindicalismo español bajo la Dictadura
(1923-1930)" en Revista de Trabajo (Madrid) núms. 39-40, 44-45 y 46.
[4] Susanna
Tavera: Solidaridad Obrera. El fer-se i desfer-se d'un diari
anarco-sindicalista (1915 - 1939). Diputació de Barcelona - Col. legi de
Periodistes de Catalunya, Barcelona 1991, p. 50-57.
[5] Albert
Balcells: "La crisi del anarcosindicalismo y el movimiento obrero en
Sabadell entre 1930 y 1936". Trabajo industrial y organización obrera en
la Cataluña contemporánea, Laia, Barcelona 1974, p. 181-306. Eulàlia Vega: El
trentisme a Catalunya, Curial, Barcelona 1980.
[6] Para el marco
local véase el libro de Marta Manté Bartra: La problemática de la Segunda
República a través del estudio de una situación concreta: el Mataró de los
años treinta. Caixa d'Estalvis Laietana, Mataró 1977.
[7] Manuel Salicrú
i Puig: Crònica del temps de guerra a Mataró (1936-1939). Museu Arxiu de
Santa Maria - Centre d'Estudis Locals de Mataró 1989, p. 12.
[8] Una reedición
del libro fue publicada en 1987 por el Patronat Municipal de Cultura de
Mataró y la Editorial Altafulla con prólogo de Pere Gabriel.
[9] Albert
Balcells: "Los anarquistas y la cuestión nacional catalana hasta
1939". Espanya, 1898-1936:estructuras y cambio. Coloquio de la
Universidad Complutense sobre la España Contemporánea. Edición de José Luis
García Delgado. Universidad Complutense 1984, p. 379-424. Jordi Sabater:
Anarquisme i catalanisme. La CNT i el fet nacional català durant la Guerra
Civil. Edicions 62, Barcelona 1986, p. 131-138.
[10] Agradezco al
historidor Josep Maria Figueres la ayuda que me prestó al inicio de esta
investigación.
[11] José Peiró,
ob. cit. , p. 79-97.
[12] Joan Manent,
ob. cit. , p. 337-372. Manent conocía i seguía el relato del defensor de
Peiró.
[13] Los demás
miembros de la JARE eran Carlos Esplá Rizo (Unión Republicana), secretario,
José Abreu (Izquierda Republicana), Faustino Valentín (Unión Republicana),
Emilio Palomo Aguado (Izquierda Republicana) y Amador Fernández (UGT),
consejeros; Cruz Salido, era responsable de la oficina de prensa y José
Riquelme, de la oficina de asuntos militares. Véase Sonsoles Cabeza
Sánchez-Albornoz: Historia política de la Segunda República en el exilio. Fundación
Universitaria Española, Madrid 1997, p. 23-29.
[14] Según José
Peiró y Ramon Rufat, Joan Peiró rechazó marcharse para no abandonar a los
exiliados que seguían en Francia. "Peiró decidió quedarse, como había
hecho toda su vida, con todos los que sufrían", dice Ramon Rufat en el
número 114 de Anthopos, p. 55-63. En la declaración de Peiró en Madrid el 25
de febrero de 1941, dijo Peiró que los comunistas habían llevado su enquina
hacia él hasta Francia" en donde indudablemente ha sido detenido por
haber combatido a las fuerzas comunistas desde los primeros momentos, pues no
otra razón ha debido ser la que ha originado el que le dejaran en el mayor
desamparo". No obstante, como ya se ha indicado, no había comunistas en
la JARE, entidad que evitó mencionar prudentemente Peiró en sus declaraciones
a la policía y al juez militar.
[15] Mathieu
Séguéla: Franco-Petain. Los secretos de una alianza. Prensa Ibérica,
Barcelona 1994, p. 265.
[16] Según la
Jefatura de la Frontera Norte de España comunicaba a la Dirección General de
Seguridad el 19 de febrero de 1941 eran: Alejandro Arapón Equipal, Francisco
Verdú Navarro, Ramón Barnich Coronado y Antonio Moreno López.
[17] Quizás se
refiere al párroco de Santa María, el doctor Josep Samsó, que había sido
detenido y fue fusilado en el cementerio la mañana del 1 de septiembre por
exigencias de la FAI, el día que salió hacia el frente la columna Malatesta
de Mataró. Desde le 31 de agosto de 1936 el alcalde Salvador Cruxent, amigo
de Peiró, vinculado a la misma cooperativa del Forn del Vidre, y miembro de
ERC, había dejado de acudir a la alcaldía, declarándose enfermo, y más tarde
sería substituído por un anarquista en el cargo. Manuel Salicrú i Puig:
Crònica del temps de guerra a Mataró (1936-1939). Museu Arxiu de Santa
Maria-Centre d'Estudis Locals de Mataró, 1989, p. 25.
[18] Es sabido que
eran los rebeldes contra el gobierno legítimo de la República los que
condenaban por rebelión militar a quienes la habían reprimido.
[19] La policía
mencionaba "Todos los hombres al frente", "El peligro de caer
en el fascismo", "Cristo entre dos ladrones", "La
nacionalización de la economía" y "Producción sin límites".
Efectivamente los textos segundo, tercero y cuarto eran de 1938 pues los
recogió en el libro Problemas y cintarazos (Rennes, 1946). En cuanto al
primero, el título real era "Els fusells al front" y estaba
recogido en Perill a la reraguarda. En este artículo del 26 de agosto de
1936, Peiró denuciaba la falta de armas en el frente de Aragón mientras en
Barcelona había 40.000 fusiles y en Sant Adrià del Besòs se retenían
ametralladoras que faltaban en el sitio de Huesca. En el artículo "Crist
entre dos lladres" (29 de septiembre de 1936), Peiró defendía a la
payesía aparcera, colocada entre un ladrón antiguo, que era la clase
propietaria, y otro nuevo formado por los revolucionarios de las ciudades que
la esquilmaban y desarmaban desacreditando la causa revolucionaria.
[20] Josep Benet:
Exili i mort del President Companys, Empúries, Barcelona 1990. Josep M.
Figueres: El consell de guerra a Lluís Companys, President de la Generalitat
de Catalunya. Proa, Barcelona 1997. Benet ha publicado luego una segunda
edición de su libro de 1990.
[21] Joan Manent,
ob. cit. , p. 342-343.
[22]
Desgraciadamente es la parte peor conservada del sumarísimo 1156, afectado
como otros muchos del depósito de Valencia por las inundaciones de 1957. No
obstante resulta legible la parte que parece principal.
[23] Jordi
Casassas: L'Ateneu Barcelonès. Dels orígens als nostres dies. La Magrana, Barcelona 1986, p. 143.
[24] Jaume Fabre:
Periodistes uniformats. Diaris barcelonins dels anys quaranta. La represa i
la repressió. Diputació de Barcelona - Col. legi de Periodistes de Catalunya,
Barcelona 1996, p. 26-27.
[25] Más
información sobre Santa Marina en Joan M. Thomàs: Falange, guerra civil,
franquisme. FET y de las JONS de Barcelona en els primers anys del règim
franquista. Publicacions de l'Abadia de Montserrat, 1992. Santa Marina
contribuyó a la caída de Mariano Calviño como jefe provincial de FET y de las
JONS de Barcelona en novimebre de 1939, pero sus contactos con los carlistas,
descontentos por su marginación a pesar de su notoria superioridad numérica respecto
a los falangistas de preguerra, que eran un centenar escaso en Barcelona, le
invalidó como sucesor de Calviño y su posición era de un matizado
inconformismo dentro del falangismo.
[26] Folio 135 del
sumarísimo 1156.
[27] Joan Manent,
o. c. , p. 361-362.
[28] M. Séguéla:
o. c. , p. 282.
[29] En su relato,
el defensor de Peiró, Luis Serrano, dice que un antiguo cenetista, Raimundo
Jiménez Millán, le explicó que hablando con José Antonio Girón de Velasco en
su despacho de ministro de trabajo, le dijo que había sido un error que
fusilasen a Peiró y Girón contestó: "Bien sabe Dios que hice todo lo que
pude para salvar a ese hombre. . . pero fue imposible". Ese tipo de
declaraciones posteriores hay que tomarlas, no obstante, con gran cautela.
[30] Manuel
Salicrú: o. c. , p. 11-12. La versión de la prensa de Mataró que es la que
sigue Salicrú, no coincide con el testimonio del comisario general de orden
público de la Generalitat, Frederic Escofet, en su libro Al servei de
Catalunya i de la República. La victòria: 19 de juliol 1936. Edicions
Catalanes de París, 1973, p. 377. Según Escofet, el coronel Julio Dufóo, jefe
del regimiento de Mataró, obedeció la orden de declarar el estado de guerra
dada por el estado mayor de la división militar, pero pidió luego la
confirmación por teléfono al general Llano de la Encomienda, que estaba
prácticamente arrestado, y entonces, al percibir el engaño, ordenó
inmediatamente el regreso de la tropa al cuartel.
[31] Frederic
Escofet, o. c. , p. 228.
[32] El caso de
los maristas de Cataluña fue de los más trágicos y vergonzosos de la
persecución religiosa. El superior de la congregación aceptó pagar a Aurelio
Fernández, secretario de la junta de seguridad interior de la Generalitat, a
Portela y a Eroles, jefe de servicios de dicha junta, dos cientos mil francos
en dos entregas de cien mil, si permitían atravesar la frontera a los 117
maristas de Cataluña. Pero después de recibir la primera entrega sólo dejaron
pasar por Puigcerdà a los de menos de veinte años. Se quedaron con la segunda
partida de dinero, asesinaron a casi la mitad y el resto fueron encarcelados
por la Generalitat como único medio de salvarles la vida. Después de los
hechos de mayo de 1937 Aurelio Fernández fue procesado por estafa.
[33] Como la
detención se había producido en octubre de 1936, eso quiere decir que
salieron en libertad en noviembre de 1937, seis meses después de los hechos
de mayo de 1937, que tuvieron como consecuencia el debilitamiento del poder
de los anarquistas y su salida del consejo ejecutivo de la Generalitat.
[34] Joan Manent,
o. c. , p. 355. José Peiró, ob. cit. , p. 87.
[35] J. M. Solé i
Sabaté i J. Villarroya i Font: La repressió a la reraguarda de
Catalunya(1936-1939), I, Publicacions de l'Abadia de Montserrat 1989, p. 352.
Véase además la monografía que antes publicaron en la misma editorial y en
1983 los mismos autores: La repressió a la guerra i la postguerra a la
comarca del Maresme, 1936-1945.
[36] Albert
Balcells: Justícia i presons, després de maig de 1937, a Catalunya. Episodis
de la Història 274, Rafael Dalmau, Barcelona 1989, p. 14.
[37] Ibidem, p.
28-29.
[38] Peiró dijo en
su declaración que no había aceptado las doscientas mil pesetas que le envió
la esposa de uno de los salvados en este caso y que la suma se depositó en
Perpiñan a nombre de una hija de aquella señora.
[39] Haber sido
ministro del gobierno republicano, comisario general de electricidad y haber
hecho declaraciones contra los denominados nacionales en mítines diversos.
[40] Se citaba
como insultante para los sacerdotes el artículo "La pistola amb la
Creu", publicado en Combat el 16 de mayo de 1936, donde decía Peiró:
"La Iglesia y los centros reaccionarios se reunen cada día y a la hora
que quieren sin someterse a ninguna preceptiva legal ni a control alguno, y
es en la Iglesia y en los centros cavernícolas donde se conspira contra las
libertades populares y contra la vida de los hombres avanzados"(. . .
)" Y si no son los gobernantes los que ponen freno a las turbas
terroristas agrupadas en torno al Fascio -organización infame alimentada e
impulsada por la Iglesia, por la aristocracia y por el alto capitalismo-,
será necesario que las masas populares se tomen la justicia por su propia
mano".
[41] Cipriano
Mera: Guerra, exilio y cárcel de un anarcosindicalista. Ruedo Ibérico, París
1976.
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ABSTRACT
Este artículo partirá de uno de los aspectos menos estudiados del líder anarcosindicalista Joan Peiró Belis: su defensa del papel revolucionario de las cooperativas y su relación con la obra cultural que puso en marcha. Lo que nos llevará a tratar el desarrollo empresarial de la cooperativa Cristalleries de Mataró, de la que fue director, así como del Centro de Estudios Sociales de Mataró y de la Escuela Racionalista fundada por dicha cooperativa. Así pues nos alejaremos de su personalidad sindical a escala nacional para centrarnos en su militancia de corte local durante la II República.
Está fuera de duda el destacado papel de Joan Peiró i Belis (Barcelona, 1887-Paterna, 1942) como líder anarcosindicalista de la CNT. El análisis de sus tesis sindicalistas y su conocido papel como teórico doctrinal han ocupado los principales estudios históricos sobre su figura, relegando a un segundo plano su práctica cultural y educativa. Este artículo se propone un análisis de esa militancia cultural y educativa, no orgánica y de corte local desarrollada en Mataró durante la Segunda República (1931-1936). A partir de este análisis microhistórico queremos profundizar en su significación revolucionaria y conocer de manera más detallada el sentido de sus propias palabras: «Debemos crear nuestro mundo propio en las entrañas mismas del mundo capitalista, pero no sobre el papel y con lirismos y elucubraciones filosóficas, sino además, sobre el terreno, prácticamente, despertando la verdadera confianza en nuestro mundo de hoy y de mañana». Una de las características más originales de la militancia de Joan Peiró en las filas del anarcosindicalismo fue su defensa activa de las cooperativas, frente a la indiferencia, aceptación pasiva o tímida defensa, en el mejor de los casos, de sus correligionarios anarcosindicalistas. Éste será el punto de partida de nuestra investigación. A continuación nos centraremos en la puesta en marcha de la cooperativa Cristalleries de Mataró, de la que fue director, de la escuela Racionalista sustentada por dicha cooperativa y del Centro de Estudios Sociales de Mataró, fundado en 1932.
Tomado de aquí: http://www.lahaine.org/index.php?p=51444
EL EJEMPLO DE UN CENETISTA:
JUAN PEIRO i BELIS
Juan Sans Sicart
Article publicat a al Butlletí de
l’Amical de l’Antiga Columna Durruti- 26 Dvo
a Toulouse el juny de 1988
Con este título, y con motivo de
haberse cumplido el pasado 18 de febrero de 1988, el centenario del
nacimiento de Juan Peiró i Belis, la revista "EL MOND" hace un
merecido elogio al que fue consecuente militante anarco-sindicalista y fue
varias veces secretario del Comité Nacional de la CNT, director de
Solidaridad Obrera y de Cataluña, teórico de las Federaciones de Industria,
inspirador ideológico de lo que se llamó "trentismo" y ministro de
Industria de la República, por designación libertaria, cuando la guerra. Fue
fusilado en Valencia el 24 de julio de 1942 i enterrado en Paterna.
Peiró fue un personaje incómodo para
mucho, tal como lo será siempre cualquier revolucionario auténtico.
Seguramente que, aun hoy en día, algunos no entenderán el sacrificio de
entregar su vida por el Ideal y por una cosa que en la actualidad social y
política se olvida muy a menudo: la ejemplaridad. Los franquistas le
ofrecieron altos cargos sociales y fuertes prebendas si abandonaba sus ideas
y se transformaba en "cooperador". Peiró, seguro de sí mismo y muy
sereno y convencido de que sería inexorablemente fusilado, se negó rotundamente
varias veces a colaborar con los que estaban deshonrando a España. Peiró, al
igual que Juan Manent, sindicalista libertario catalán, de Badalona, fue
siempre un militante responsable y, en plena guerra, con su libro
"Peligro en la retaguardia", supo enfrentarse con algunas
irresponsabilidades de minorías, nacidas e una interpretación equívoca de la
revolución. Era un hombre de una sola pieza. En el curso de su vida no
escogió nunca el papel fácil. Fue un gran luchador y un polémico nato. Un
hombre que sabía empezar cada día a cero y sin ninguna vanidad. Era un
libertario y, a la vez, un sindicalista de manera indisoluble. Las dos cosas
eran para él indestructibles.
Es muy notoria la concepción final del
cronista Josep Serra i Estruch, cuando escribe: "No será ninguna
fraseología decir que el futuro es suyo, (el Ideal) que seguiremos siendo a
través de él, que superaremos las bajezas sórdidas. El representa el porvenir
de una sociedad más justa y equitativa. Y por todo ello, precisamente,
continúa siendo peligroso para todos aquellos que continúan nadando entre dos
aguas y viviendo satisfechos de ellos mismos. Son los de ahora, PERO QUE NO
SERAN NUNCA MAS."
Era yo un niño, un chaval de siete y
ocho años, cuando, conocí a Juan Peiró. Fue en Mataró. Un incendio destruyó
la fábrica de un tío mío, fabricante de géneros de punto. Fue entonces cuando
Peiró, que hacía gestiones, junto con otros compañeros, para montar lo que
fue la Cooperativa de Cristalería de Mataró, se interesó por el solar que
quedaba del incendio, que era adyacente a un terreno que ya poseían, y lo
compraron a mi tío. Seguramente por hábito y costumbre, al principio, cada
vez que iba yo a Mataró, ya un joven, tenía gran placer en ir a visitar el
lugar que me había sido predilecto y en el que se lazaba ya la Cooperativa.
Cerca de ella vivía Peiró, modestamente, con su numerosa familia y lo
aprovechaba para ir a visitarle. Poco a poco y a medida que iba conociéndolo
y sabiendo ya quien era y lo que representaba Peiró, no tuve ningún complejo
en exponerle cual era mi inquietud y las preguntas que yo mismo me hacía
sobre la sociedad, tal cual la vivíamos entonces y que, de hecho, seguimos
viviéndola aun. No me regateaba ninguna aclaración y disipaba con gran
afabilidad mis dudas. Sin darme cuenta recibía una especia de paternidad
ideológica que me ayudaba a descubrirme. Fue tal la simpatía que iba
despertàndose en mi hacia Peiró, que llegué incluso a pedirle, sin decir nada
a mis padres, que nos buscara una casa cerca de donde él vivía. Llegué a
tener el inmenso honor, que lo calibro debidamente hoy, más que ayer, de
escuchar de su boca algunos párrafos de la editorial que estaba escribiendo
para "Soli", cuando era su director. A medida que el tiempo iba
pasando y comprendiendo que yo iba madurando, me explicaba lo mucho que costó
arrancar y afianzar la Cooperativa. Al principio fueron a buscar compañeros
de otras fábricas, para que fueran a Mataró. Y algunos de ellos, por el solo
hecho de que no existía un patrón, tal como estaba concebido por ellos, se abandonaban
un poco en el trabajo y producían un porcentaje de desperdicio superior al
usual. Fabricaban entonces bombillas eléctricas y tenían que luchar contra la
concurrencia de una fábrica belga. Naturalmente hubo que llamarles al orden,
ya que de seguir como hacían la Cooperativa estaba en peligro de muerte. Todo
ello creó serios problemas entre los compañeros. Unos se marcharon, vomitando
pestes contra Peiró y la Cooperativa; otros, los mas sensatos, conscientes e
lo que hacían y representaban, se quedaron, formando la gran osatura de
aquella obra que edificó casitas para los trabajadores y una escuela
Racionalista, de la cual era director un maestro profesional, Miguel
Campuzano, que lo había sido anteriormente en San Feliu de Guíxols, el cual
contaba con dos maestros ayudantes en las personas de Espartacus y de
Germinal Esgleas.
Cuando la Cooperativa iba
afianzándose, al tiempo que la concepción sindicalista libertaria de Peiró
pesaba sobre la CNT, tuvo lugar un lamentable suceso, provocado adrede por uno
de los Grupos que entonces influenciaban de hecho al Movimiento Libertario,
dando motivos a la reacción local y a la opinión pública de atacar
solapadamente la obra de Peiró. Más tarde, ya cuando la guerra, Peiró,
irritado y apesadumbrado, hablando de los militantes conocidos, me confió
quien había sido el que fue a Mataró, como el decía, para
"marearle". Ello me fue corroborado posteriormente, ya en Francia,
por Germinal Esgleas.
De paso por Badalona, Peiró venía a
casa de mis padres y teníamos ocasión de hablar largamente de muchas cosas.
Su teoría se basaba en los principios siguientes: Consideraba que la CNT, en
tanto que sindicato abierto a todos los trabajadores, a los cuales se respeta
la libertad de conciencia, debía ser completamente apolítica. Añadía que
teniendo en cuenta que la CNT tiene como finalidad la transformación de la
sociedad capitalista, el objetivo final no podía ser otro que el Socialismo
Libertario. Consideraba que la injerencia de la FAI tenía por objeto
precipitar acontecimientos, que muchas veces dañaban a la propia CNT. Creía
que el hombre como tal debía ser aceptado tal cual era y que, a
"priori", no se lo podía considerar como un sujeto a la barricada,
ya que su objetivo inmediato era vivir y elevar a su familia, no pudiendo obligársele
a ser un idealista a la fuerza. Era pues partidario de ir educando y formando
a los trabajadores, conduciéndolos hacia su propia elevación intelectual y
filosófica de la vida por medio de los Ateneos, pero teniendo en cuenta que
el comunismo Libertario no puede ser proclamado por la fuerza, ya que
entonces no se distinguiría en nada de las demás fuerzas de Estado. Teniendo
en cuenta que uno de los principios de la CNT es el Federalismo, estimaba que
debía lucharse para arrancar las libertades para los ciudadanos, tales como
la libertad de asociación, de palabra y pro escrito, el retorno de las
libertades autonómicas de todos los Pueblos, hasta conseguir una
CONFEDERACION DE REPUBLICAS IBERICAS.
Es en este sentido que Peiró tenía
contactos con el presidente Companys, al igual que los tuvo con Francesc
Maciá, porque creía que debía aprovecharse el momento político de Cataluña,
en donde la Esquerra Republicana era absolutamente mayoritaria en el
Parlamento Catalán y pensaba que, la CNT, podía valerse y presionar a la
Esquerra para legislar leyes de carácter social, presionando además al poder
central. Pensaba que, debilitando el poder de Madrid y aumentado el de las
autonomías, facilitaba la personalidad de éstas, en las cuales la influencia
de un Sindicato como la CNT, bien organizado, responsable y sin desarrollar
acciones esporádicas, iría cambiando la base de la sociedad, que se debatía y
se debate aun en sus propias contradicciones. Creía, así mismo impropio, el
denominar a la CNT Confederación Nacional del Trabajo, pensando que siendo
ésta, no solamente federal, sino partidaria de los Municipios libres, sería
suficiente con el enunciado de CONFEDERACION DEL TRABAJO o CONFEDERACION DE
LOS TRABAJADORES, eliminando lo de Nacional. Le fastidiaba eso de NACIONAL,
en un pueblo como es el Ibérico, en el que la profunda personalidad de los
pueblos que lo forman tienen sus propias características idóneas y, por
tanto, concepciones sociales que los distinguen.
Se basaba en que los trabajadores en
Cataluña llevaban entonces ya más de medio siglo organizados, y habían
demostrado que estaban preparados, social y culturalmente, para superar y
suplir la sociedad en la que se vivía. Argumentaba que el propio Ferrer i
Guardia, creador de la Escuela Moderna, se había mostrado siempre contrario a
las barricadas, porque en ellas caían los mejores militantes revolucionarios,
mientras que, en el otro lado, había cien hombres prestos a colocarse el
tricornio caído. Un número de la Guardia Civil es moneda corriente; incluso
en el seno del propio Cuerpo, el guardia es eso: un número.
Muchas de las concepciones que
sostenía Peiró, las he ido encontrando al correr del tiempo en otros
compañeros, algunos de ellos considerados por mi como mis maestros. Una de
las características de esos compañeros que han sido CNT y han creado CNT,
profundamente separados y con grandes inquietudes, ha sido la de analizar-
quizás demasiado- el aspecto TEORICO de los problemas y de las ideas. Han
sido parcos en ir evolucionando al compás del tiempo. Han pecado unos y otros
de demasiado egocentrismo y han querido demostrar la fuerza de sus
disquisiciones. Y de forma ineludible, implícitamente, los problemas han
surgido. No se ha sido tolerante. Esa intransigencia ibérica, a la larga, ha
sido fatal para la CNT, como lo estamos viendo actualmente.
En la reciente huelga de maestros en
Cataluña, todos los Sindicatos son unánimes en defender sus justas
reivindicaciones. En la relación de los mismos veo la presencia de dos
Sindicatos, uno denominado C:N:T: a secas, y otro C:N:T: -A:I:T: La
experiencia me ha enseñado que toda escisión conduce, tarde o temprano, a la
desaparición de una de las dos fracciones en pugna, separadas por la disputa
de las mismas siglas. Y si una sobrevive, lo hace con tan poca fuerza que se
marchita rápidamente. Un cuerpo social es como un cuerpo humano: no puede
vivir con dos cabezas. Yo mismo, maestro, me pregunto cómo harán los maestros
de la CNT representados en esa huelga, para comentar en su día a sus alumnos
la divisa de los Romanos para poder dominar a los pueblos, formulada del
siguiente modo: "DIVIDE TU REGNES", o sea, DIVIDE CON EL FIN DE
REINAR.
Y… ¿quién piensa que reinará?
Evidentemente los hombres son como son
y las generaciones se suceden y no se parecen.
Mientras tanto, la mutación de la
sociedad va realizándose y puede precipitarse en cualquier momento. Y sería
lástima que nos parásemos para ver si son Galgos o Podencos.
Toulouse, junio de 1988.
Juan SANS SICART.
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